Argentina
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A 60 años del penal más famoso de la historia del fútbol argentino: crónica íntima de la atajada de Antonio Roma a Delem

Una de las leyendas que se instaló en el imaginario de la Argentina futbolera es aquella que, teniendo en cuenta el sufrimiento de los hinchas de Racing, sostenía que muchos de ellos soñaban con que el zapatazo del Chango Cárdenas contra el Celtic, en el Centenario de Montevideo, pegaba en un palo. El penal que Antonio Roma le atajó a Delem en la Bombonera cuando se terminaba el Superclásico de 1962, que resolvió uno de los campeonatos más apasionantes de la historia profesional, ingresó en un territorio similar, allí donde la historia real podía dejar paso a la fábula o a la superchería. Es el penal más famoso en la historia de nuestro fútbol, del cual este 9 de diciembre se cumplen seis décadas. Y para los hinchas de Boca, aquel 9/12 tiene un significado mucho más grato que el otro, y más reciente, en Madrid.

Ni el mismo "Tano" Roma le pudo escapar a aquella mitología. A 40 años de su atajada, le confesó a Juan José Panno en una nota en Página 12: "Últimamente se me da por soñar que llego tarde al entrenamiento. Justo yo, que siempre llegaba temprano… Y resulta que llego tarde y me tengo que ir cambiando preocupado en el túnel. Con el penal soñé un par de veces, nada más. Pero lo tengo presente con todos los detalles. De todo me acuerdo”.

Fue tan relevante aquella tarde que, según la misma evocación de Panno, “Roma hasta ese momento era un sustantivo asociado a la histórica capital italiana. Desde ese día, en la Argentina futbolera pasó a ser otra cosa: se convirtió en el nombre del que le atajó el penal a Delem y le dio a Boca el campeonato más celebrado de todos los tiempos”.

Roma había llegado a Boca a principios de la década del 60 y en la campaña del 62 alternaba en el arco con Néstor Errea. Algunos, como el entrenador de la Selección, Juan Carlos Lorenzo, lo habían apuntado por la prematura eliminación en el Mundial de Chile. Cuatro años más tarde, nuevamente con el Toto al comando, llegaría su reivindicación en Inglaterra 1966.

Al promediar el campeonato, Roma quedó como titular y Boca inició una racha de cinco victorias consecutivas, que le permitió llegar al Superclásico en la penúltima fecha como líder junto a River. Aquel Boca fue la base del que se mantuvo por casi toda la década y se recitaba de memoria.

Así lo describió Fontanarrosa en “No te vayas campeón”: “Pienso que pocas veces un equipo ha dado tantos jugadores emblemáticos como aquel Boca que ganó los torneos del 62, 64 y 65. Roma, Silvero, Marzolini, Simeone, Rattin y Orlando eran casi un compacto, una formación rocosa, un bloque distinto que podía recitarse de memoria y que gracias a la personalidad abrumadora de casi todos, todavía hoy es considerado símbolo no solo de Boca sino de todo el fútbol argentino. No sé si he visto a algún otro arquero en la historia, por ejemplo, salvar tantos goles hechos como a Antonio Roma. Atlético, elástico, de pecho inflado e inconmensurable, expansivo, Roma podría haber sido el héroe rubio, sonriente y aniñadamente fanfarrón de cualquier película yanqui o sobre rodeos con vaqueros de botas repujadas y camisas con flecos. Tal vez no tenía la técnica ni la sabiduría de Carrizo, pero hacía abuso de una personalidad ganadora que lo llevaba a jugarse la vida en cada mano a mano y salvar pelotas de las consideradas imposibles. Sacaba muy bien desde el arco con la mano, lejos y con precisión, cuando ese hábito recién se estaba imponiendo sobre la acendrada costumbre de pegarle con el pie, alto y para arriba”.

Boca y River acumulaban 39 puntos al llegar a la penúltima fecha. Nunca se había dado una definición así de un campeonato y la lógica indicaba que el ganador en la Bombonera prácticamente se aseguraba el título.

Se vendieron 34 mil localidades, pero aquella tarde la Bombonera recibió a 60 mil personas.

Boca apareció en la cancha a las 17.22 y el partido comenzó ocho minutos después. El primer penal que sancionó el árbitro Carlos Nai Foino fue para Boca, a los 14 minutos, y lo convirtió el brasileño Paulo Valentim ante otro coloso, Amadeo Carrizo. En el mismo arco que daba sobre Casa Amarilla y que sería historia casi una hora después.

De allí en más todo resultó áspero, trabajado y discutido, con River en la iniciativa, siempre en la búsqueda del empate salvador. “Boca decidido a ganar, resignado a no jugar y River en su ley: fútbol ofensivo, esta vez sin fuerza para definir” comentó Juvenal en "El Gráfico".

Cuando apenas faltaban cuatro minutos para el final, en una jugada cuya polémica se extiende hasta nuestros días, Nai Foino sancionó penal por presunta infracción de Simeone sobre Luisito Artime, el formidable artillero riverplatense. En una entrevista de 2002 con Olé, Roma describió la jugada: “Fue un centro que yo agarré en el segundo palo y Artime, quien había quedado entre Simeone y Silvero, aprovechó y se tiró. Pero no hubo falta ni por asomo. Sí puede haber sido penal una jugada anterior en la que Silvero trabó fuerte a Artime”.

La crónica de "El Gráfico", escrita por el gran Osvaldo Ardizzone, detalló: “Va a tirar Delem. De frente a la pelota. Perfilado como se perfilan los hombres de pierna derecha. La lógica es el costado derecho de Roma. Y Delem respeta la lógica. Sin amagar. Sin ninguna carta escondida ingenua y francamente. Roma va al costado lógico, adelantándose más de un metro. Infracción visible. Y ahí llega la pelota. Rebota en las manos de Roma y queda botando en la puerta del área. Roma se esfuerza y la saca al córner de un manotazo”.

Las protestas de los jugadores de River por el adelantamiento de Roma se extendieron durante diez minutos. Hasta que Nai Foino cerró toda discusión con su frase célebre: “Penal bien pateado es gol”.

En la entrevista con Panno, Roma amplió: “Cuando cobró Nai Foino le fuimos a protestar porque Artime se había tirado. No había sido foul, pero no había nada que hacer. Entonces me fui hacia el arco, me apoyé en el palo izquierdo, levanté una mata de pasto, hice la promesa de que me iba a ir caminando a Luján si lo atajaba y repasé toda mi vida en un par de segundos. Mientras, recordaba que un compañero, el Canario Pérez, había visto a River un par de fechas atrás y me había dicho que Delem había pateado un penal fuerte, a la derecha. Delem pateaba con las dos piernas y con mucha potencia, así que si me quedaba quieto en el medio del arco no había manera de llegar. Por eso cuando se paró como derecho yo ya había decidido para qué lado me iba a tirar. Cuando llegó a la pelota, di un paso hacia la izquierda y después me largué en diagonal para mi derecha. Por suerte no me dobló las manos, pero la pelota venía con tanta fuerza que se fue cerca del banderín del corner”.

Antonio Roma Ficha

En uno de los libros evocativos (“A lo Boca”), Raúl Pérez revela que después del penal, la tensión fue todavía mayor: “A cinco minutos del final, penal para River (se lo regaló Nai Foino). El Tano fue a la derecha, rechazó, la pelota quedó ahí y el Tano se zambulló de nuevo para manotearla al córner. En el arco de la hinchada fue. Se adelantó un poquito menos que en otro que le había atajado al Beto Menéndez, en otro clásico de dos años antes. ¿Querés que te diga una cosa? No sé por qué, pero yo tuve más miedo en el córner inmediato que en el penal. Pero llegó el córner. ¿Y sabés qué pasó? Saltó el Tano y se quedó con la pelota entre 15 tipos. Fue la figura de esa tarde, no sólo por el penal. Atajó todo lo que le tiraron. A Roberto, otro brasileño, le tapó un zurdazo a quemarropa desde cinco metros”.

Alberto J. Armando, el mandamás de Boca, lo recibe con un abrazo en la puerta del vestuario: “Te merecés un monumento”. Respuesta: “Si salimos campeones, recordaré este partido como el más grande de mi vida”. Y le dedica la actuación “a mi señora, gaucha, compañera… y a mi hijo Manuel Fabián, que nació hace 15 días”.

El Veco, en "El Gráfico", describió el contraste a pocos pasos: “La desolación. La alegría de Roma se mide casi exactamente en la desazón de Delem. Tiene la cabeza hundida entre los brazos y llora con la intensidad que puede llorar un niño, pero con la congoja que sólo puede albergar un hombre. Varacka lo consuela, Sarnari le da un cachetazo amistoso. Los jugadores de River parecen olvidar el partido para auxiliar a Delem, para extenderle un cabo a su angustia. No hay paliativos. Delem no oye a nadie. Solo dialoga con su llanto, con la oportunidad perdida. Llora por todos, por él, por la hinchada entera”.

A partir de aquella tarde, Antonio Roma se convirtió en un héroe eterno para Boca. Curiosamente, y pasada la euforia de esos días, no fue un tema recurrente durante aquella década, en la que Roma se adueñó del arco de Boca y de la Selección. Pero una vez concluida su campaña volvían una y otra vez sobre el instante de la gloria.

“Lo más increíble de ese penal fue todo lo que me tocó vivir después. Si realmente estaban en la cancha todos los que en estos 40 años me dijeron que fueron testigos, había un millón de tipos. ¡Es impresionante lo que puede la fantasía! Una vez, un hombre me dijo que de la alegría había tirado un zapato a la cancha y yo se lo había devuelto. Otro me habló de los dos penales que le atajé esa tarde a Delem… Ja, dos penales, como si uno no fuera ya demasiado”, le agregó a Panno en 2002.

Pocos meses antes de su muerte y a medio siglo del penal, entrevistado por La Nación, Roma insistió en su versión: “Muchos dicen que me adelanté, pero es mentira. Lo que pasa es que la pelota me había pasado, el cuerpo barrió, por la tirada, y las piernas llegaron a la puerta del área chica. Pero la pelota la agarré bien atrás”.

Antonio Roma, el Tarzán del arco de Boca. Foto Lorena Lucca
Antonio Roma, el Tarzán del arco de Boca. Foto Lorena Lucca

La repreguntaron: "¿Lo sorprende que hoy se siga hablando de aquel penal?".

Respondió Roma: “Me sorprende enterarme de todo lo que generó. Hay gente que se ha jugado tractores, animales, campos... Hay hinchas de River que por culpa mía tuvieron que ponerse la camiseta de Boca por un mes para cumplir apuestas. Cada hincha que me cruza me cuenta en qué sector de la cancha estaba esa tarde. Me parece mentira que haya pasado tanto tiempo. Para mí, es como si aquel partido se hubiera jugado ayer. Y pararme en este arco a los 80 años es maravilloso”.

Una semana más tarde del Superclásico 62, la euforia del penal y del triunfo no había diluido la responsabilidad de los jugadores de Boca. Nuevamente en la Bombonera y con la misma formación, golearon a Estudiantes por 4-0 y se aseguraron su primer título en los últimos ocho años. Para River ya no era consuelo el 4-1 sobre Gimnasia en El Bosque.

El Gráfico lo definió así: "Boca es una fuerza. Más que física. Más que técnica. Una fuerza espiritual. Un estado de ánimo en el que están prohibidas las aflojadas y proscriptos los renuncios. En el que los hombres no tienen permiso para llorar una derrota o lamentarse por una mala jugada. La exigencia ineludible es luchar. Boca luchó siempre. En las buenas o en las malas tardes, en el triunfo o en la caída. Y el fútbol es juego y lucha".

Pero más allá de las cuestiones técnicas y hasta la leyenda, aquel 9 de diciembre de 1962 quedó marcado por la estirpe del Imperio Romano.

Pérez lo resumió así para el paladar xeneize: “¿Sabés lo que fue el Tano Roma, pibe? Tarzán. Tarzán en serio. El Tano se paraba en el arco y vos lo mirabas desde la tribuna y pensabas que nunca le podían hacer un gol. Y me parece que los compañeros sentían lo mismo. Y algunos contrarios, que era lo más importante, también. Salía a la cancha hinchando el pecho, casi siempre vestido todo de negro, en los primeros años peinado con gomina y después peinado con Alerta, y la imagen que te transmitía era la de invulnerabilidad".

Cómo se cubrió aquel 9 de diciembre

La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem
La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem

Aunque la portada del suplemento de Clarín del día siguiente, que en aquella época se denominaba “Suplemento Gráfico Deportivo”, estaba dedicada al penal atajado por Roma, curiosamente la nota central tiene un amplio despliegue gráfico… del otro penal, el que convirtió Valentim. Hay una secuencia de ocho fotos, precursora de las más modernas infografías, donde el brasileño sentencia la victoria xeneize ante la impotencia de Carrizo.

Pero el título de tapa en el suplemento fue: “Boca y Roma, un solo corazón”. Y se lee: “Nace el héroe y se desploma el ídolo porque frente al impacto proyectado por Delem se opuso el coraje y arrojo de Roma, que traerá como consecuencia una victoria de Boca que puede alcanzar el título”.

En la tapa del diario, el penal atajado por Roma se colocó en la parte inferior, con la foto y el título “Boca superó a River por uno a cero: puntero”. Nada más.

El título principal del diario, muy destacado, era: “Economía: Jura hoy el doctor Méndez Delfino”. Y explicaba que, bajo el nuevo gobierno de Guido, asumía un nuevo ministro de Economía, junto a su nuevo secretario de Hacienda, Horacio García Belsunce…

La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem
La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem

Diego Lucero tituló su crónica/comentario en el Deportivo de Clarín: “Roma, en su tarde más gloriosa”. Allí cuenta que “al promediar la segunda etapa, Boca tenía la ventaja pendiente de un hilo, pero Roma cortaba centros, embolsaba corners y le oponía su pecho abierto y su corazón resuelto a la avalancha”.

Y luego de describir el famoso penal, concluye: “Para mí, el error de Delem fue patear sin levantar la testa. Si hubiera mirado hacia la meta, hubiera visto que Roma se iba desplazando justito hacia el claro donde colocó el taponazo (..) Finish, todo terminado. Boca campeón. Y desde la Puna de Atacama hasta los patrios hielos antárticos, la tierra se estremece de júbilo por el gol de Valentim y la atajada de Roma. Salute”.

La cobertura de los días siguientes, cuando aún faltaba una fecha para resolverse el campeonato, tenía más despliegue sobre otro asunto polémico: la pelea que Emile Griffith le había ganado el sábado 8 en Las Vegas a Jorge Fernández (“El torito de Pompeya” o “Escopeta”) por nocaut técnico en el noveno round, después de aplicarle un golpe bajo. Era por el título mundial unificado (CMB-AMB) entre dos de los hombres que pocos años después iban sufrir a un implacable Carlos Monzón.

Otra curiosidad periodística: tampoco la tapa de "El Gráfico", que apareció el miércoles 12 de diciembre, aunque ya estaba en los quioscos desde la noche anterior, fue dedicada a Roma, sino a la hinchada de Boca bajo este título: “Un solo grito, un jugador más”.

Pero la página 3 sí se dedicaba al héroe, abrazado por Rattin y un policía, con este texto: “Pasó a la historia. Roma acaba de tocar el cielo. Penal atajado! En el partido histórico, la actuación histórica. Durante el encuentro y antes del penal, ya había dado pruebas de que era capaz de cualquier hazaña. Cuando se hable de este match se dirá: 'El partido del penal que atajó Roma'”.

Y se cumplió ese vaticinio.

Otro ángulo para ver el penal atajado por Roma a Delem.
Otro ángulo para ver el penal atajado por Roma a Delem.

Aquella edición de "El Gráfico", con un despliegue de 20 páginas dedicadas al Superclásico, incluye una detallada descripción de la tensión de la previa y la euforia/decepción del post partido.

Un diálogo con el árbitro Carlos Nai Foino, momentos antes. Tenía 45 años, había nacido un 17 de octubre (1917), trabajaba como vendedor de un comercio y vivía en Remedios de Escalada. “Nunca dirigí un encuentro entre Boca y River. Considero que es un partido de mucha responsabilidad, pero en el Consejo de Arbitros manifesté lo mismo que le digo a usted. Es un partido más”.

Había debutado en 1946 con Platense-Tigre, su familia era de ascendencia holandesa y uno de sus tíos (Fortunato Nai Foino) también había sido árbitro de Primera División, famoso por haber puesto nocaut en 1949 a un jugador de Boca (Francisco Perroncino), que lo había insultado en medio de un partido.

Ernesto Cherquis Bialo, quien cubrió aquel partido como cronista en el campo de juego y los vestuarios para la transmisión de Radio Mitre, con el relator estrella Bernardino Veiga, reveló la intimidad de aquella tarde memorable en Infobae, en 2017. Por ejemplo, cuando el propio presidente de la AFA, Raúl Colombo, lo cita y lo designa a Nai Foino.

–Vea, Nai Foino, lo cité personalmente a mi despacho para decirle que usted será el árbitro de Boca-River el próximo domingo.

–Muy bien. Muchas gracias, presidente. Eso sí, a los jueces de línea, si usted no se opone, los voy a nombrar yo.

-Hágalo Nai Foino, hágalo.

La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem
La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem

En el tercer piso de la AFA, Colombo y Nai Foino, árbitro líder de aquella generación de enormes referís, continuaron su amable diálogo...

– ¿Sabe qué pasa, Carlos?, tanto Liberti (Antonio Vespucio, presidente de River), como Armando (Alberto J., presidente de Boca) me tienen loco con este partido. Me presionan todo el tiempo. Que cuidado con esto, con aquello y con lo otro... Y que el referí, guarda con el referí... Y la verdad (se confesaba Colombo), yo confío en usted, en su personalidad, en su firmeza...

-Quédese tranquilo, Colombo. Yo voy a ir con Vicino y Miculka como jueces de línea. Y todo va a salir bien.

Todas las radios habían dispuesto su máximo despliegue para el partido desde horas antes, con duplas de relatores-comentaristas que marcaron época: José María Muñoz-Enzo Ardigó en Rivadavia, Fioravanti-Horacio Besio en El Mundo, Alfredo Curcu-Julio Ricardo en Splendid, Ricardo Podestá-Néstor Ibarra en la Porteña (hoy Continental).

Cherquis Bialo tuvo suerte: le tocó estar al lado de las dos jugadas claves, los dos penales. Su descripción, más de medio siglo después, del diálogo con su relator, cuando los jugadores de River reclamaban por el adelantamiento de Roma:

-¿Qué pasó?

–Bernardino, lo que pasó fue que Roma se adelantó y eso le están reclamando los jugadores de River al árbitro. Espere, Bernardino, ahí estoy ingresando al campo de juego. Espere, ya estoy aquí. Escuche, escuche Bernardino.

–¿No viste que se adelantó dos metros? ¿Cómo no vas a hacer patear de vuelta? Una locura, viejo. (Jose Varacka)

–Esto no puede ser, no puede ser. Hay que patear otra vez, por favor Nai Foino. ( Vladislao Cap)

–Si no hacés patear de vuelta, te va a remorder la conciencia toda la vida. Nos estás entregando. (Sarnari)

–Tenés una oportunidad, Nai Foino. No te vayas así del arbitraje, maestro. Hágalo patear de nuevo (Luis Artime).

-¿Y el árbitro qué les contesta?, preguntan desde la cabina.

–Ya estoy, ya estoy. Escuchen al referí Bernardino, está rodeado por jugadores de River: "Aire, aire, salgan, córrase, basta de llorar, penal bien pateado es gol. Qué me vienen con grupos a mí… Les doy un penal en la cancha de Boca, faltando cinco minutos, se juegan un campeonato, lo patean como el orto y lo quieren patear de vuelta. Aire, aire, que empiezo a expulsar. Vamos, córranse que seguimos. Faltan cinco más el descuento y hay que jugarlos. Basta de llorar, aire… Penal bien pateado es gol".

La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem
La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem
La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem
La cobertura de Clarín del Superclásico de 1962, el del penal atajado por Roma a Delem

Cuando el partido quedó sentenciado, en "El Gráfico" le atribuyen a Nai Foino este comentario, además de su convicción en haber sancionado bien el penal: “Cuando hice sonar el silbato, vi como Delem miró primero a las tribunas, luego a Roma y yo pensé enseguida: 'Está vencido antes de tirar'. El tiro salió muy débil. Mucha gente de River pretendió que yo hiciera tirar el penal de nuevo por considerar que Roma se había adelantado, pero yo manifesté que no. Vino Varacka y me dijo: ‘Está bien, Carlos, la suerte no quiso estar con nosotros. Otra vez será”.

A unos metros, el vestuario de Boca desborda de euforia e imágenes religiosas. “He vivido una de las satisfacciones más grandes de mi vida”, dice el mandamás Alberto J. Armando. Lo acompaña un sacerdote, Lucas Tesore, del colegio San Francisco Sales. Otro que anda por ahí es Armando Bo: “¡Qué triunfo bárbaro! El premio tiene que ser sensacional”. Hablan de 100 mil pesos y un Ford Falcon para cada jugador. Juan Sesín, otro de los dirigentes, se desmayó por la emoción. Y el Beto Menéndez –un ex River, ahora ídolo en Boca- afirmó:  "Si es cierto que hay un Dios, teníamos que ganar nosotros. Es el momento más feliz de mi vida deportiva”.

Nadie se fijó que ese fin de semana también se jugó un Boca-River… pero en básquetbol. Fue por la final del Apertura 1962 y después de dos años Boca perdió su invicto en las competencias locales.

Antonio Roma se marchó de la Bombonera con su compadre Silvio Marzolini, en el auto de un amigo. “Pronto me identificaron y se organizó una caravana. Cuando llegué a Lugano había 2.000 personas frente a mi casa. Recién todo se calmó a las 10 de la noche. Estaban mis hermanas y el viejo. Destapamos sidra, brindamos, reímos como chicos y lloramos de la emoción”, evocaría mucho tiempo después.

También mucho después, en una nota de 2000 con Olé, contó que a la medianoche salió a cumplir una promesa con Simeone: la caminata de agradecimiento hasta la Virgen de Luján.

“Nos encontramos en Liniers. Él vino con un amigo. Yo pensaba que caminar a Luján era como ir de picnic. Entonces cargué un bolso con agua, las cosas del mate, una botella de whisky y algo para comer -recordó-. Cuando llegué a Ramos Mejía, el bolso me pesaba una tonelada. No podía caminar más. Cuando llegamos a Haedo, el enano que era jefe de boyscouts era un galgo caminando. Yo estaba incómodo y pensaba: 'Qué vergüenza, este petiso me lleva a la rastra'. No lo podía alcanzar. A la altura de Moreno apareció un amigo mío en un auto y le dije: ‘Tomá, teneme el bolso y conseguime algo para comer'. Nos trajo unos bocados, unos vasos de vino, otros de café y entré a caminar. Cuando llegamos a General Rodríguez, el enano me pedía por la madre. No podía más, estaba paspado entre las piernas. Yo los pasaba, volvía y los agarraba del cuello: ‘Caminá, Cholo, porque te mato’. A las 4.30 de la mañana estábamos sentados esperando que abra la Basílica”.

Roma, el Tarzán argentino

Antonio Roma, ídolo de Boca por su trayectoria.
Antonio Roma, ídolo de Boca por su trayectoria.

Diecisiete años como arquero de Primera División, los cinco primeros en Ferro y los doce siguientes en Boca, donde quedó como una referencia histórica. También arquero de la Selección argentina en dos Mundiales: el primero con resultados de frustración (Chile 1962) y el otro, más convincente (Inglaterra 1966). Antonio Roma es un ídolo histórico en Boca por su entrega y jerarquía.

Tano” era un apodo obvio, con familia típica de la inmigración peninsular, pero también lo era “Tarzán”, por lo que significaba su presencia en la valla. Y él mismo, con sus compañeros, se permitía otros, surgidos del barrio de Lugano, el barrio de su infancia y de siempre. Como Papirri. “Antes de salir a la cancha les repito a todos: 'Hoy no se calienten, que con Papirri hay serapio".

Ganador nato, que impulsaba a los suyos e imponía respeto, así se plantaran Pelé y otros fenómenos enfrente. "¿Sabés qué les digo a los muchachos del plantel? Allí adentro, donde empieza la verdad, donde hay que jugarse el resto, donde no valen las mentiras de la palabra... Allí Papirri es el mejor del mundo. No hay Pelé ni hay ningún delantero por más fama de goleador que tenga. Yo creo en mí y el resto ni me interesa", recordaba.

Aquel fenómeno de su época –rival con River y compañero en la Selección- que fue Ermindo Onega lo definía así: “Entrás al área, ves que viene ese oso y te dan ganas de salir disparando”.

Ya en el eclipse de su campaña, Osvaldo Ardizzone lo pintó así: "¿Dudas? ¿Temores? ¡Nunca! Antonio no conoce el temblor ni la vacilación. Ni siquiera conoce la posibilidad de perder. Y ante la menor insinuación de una contrariedad o de una derrota, ya inflará orgullosamente el tórax, hundirá profundamente el abdomen, armará poderosamente los hombros y los bíceps. Y saldrá a desafiar el obstáculo. Sin agresividad, sin mal humor, sin alardes de perdonavidas. 'El Tano', como le dicen en la intimidad del vestuario, es el gigante con resabios infantiles, con restos de ingenuidad, tal como ocurre con todos los gigantes de la literatura. Es aquel pibe de la esquina del barrio que siempre ganaba a todo, que siempre tenía el mejor trompo, la mejor bolita puntera”.

Antonio Roma, con Ernesto Grillo y Silvio Marzolini en Boca.
Antonio Roma, con Ernesto Grillo y Silvio Marzolini en Boca.

Sus padres, Pedro Antonio y María Felisa, se habían embarcado en Génova con sus tres primeros hijos (Luis, Domingo y Evelina) en la década del 20, como aquellos miles de soñadores italianos que buscaban un futuro mejor en la Argentina.

Aquí tendrían tres hijos más. Antonio, uno de ellos, nacido el 13 de julio de 1932 en Lugano. Allí donde su padre era obrero en una fábrica de plomo, en la fundición. Y donde el propio Antonio, desde chico, también se empleó en Pirelli haciendo colchones de gomapluma y respaldo de aviones. Pero antes estuvo en una curtiembre. “Colgaba cueros de vaquillonas que pesaban más de 20 kilos. Eso fue lo que me dio tanta fuerza y potencia en las manos”, contó.

El fútbol era solo un pasatiempo con el que podía alternar en la quinta Naón al volver del trabajo o en los primeros encuentros de baby durante los fines de semana. La fortaleza física del Tano lo mandó al arco y al comando de su equipo, Fortín de la Loma. “Teníamos un clásico con el Lugano Tenis que después seguía en la calle, en el enfrentamientos de barras, pedradas, peleas de 20 contra 20, típico de barrio”, contó.

Casi de casualidad y por un aviso en el diario llegó a probarse en Ferro, quedó y de allí a su aparición en Primera en 1955, ya con 23 años. Su recuerdo: “El debut fue en la cancha de Lanús en el 55. Empatamos 2 a 2 y yo le atajé un penal a Moyano faltando cinco minutos. Lo curioso de esa tarde es que recibí una patada en la cabeza y seguí en la cancha. Cuando terminamos preguntaba cualquier cosa. No sabía dónde estaba y después se comprobó que tenía una conmoción de segundo grado".

Próceres del arco. Antonio Roma y Amadeo Carrizo, cracks. Foto Archivo Clarín
Próceres del arco. Antonio Roma y Amadeo Carrizo, cracks. Foto Archivo Clarín

Llegó a Boca cinco años más tarde junto con Marzolini, otro de los pilares de esa década inolvidable. Allí ganó cinco campeonatos de Primera División, estableció un récord de valla invicta -782 minutos en 1969- que permaneció durante medio siglo, hasta que lo batió Esteban Andrada. Sus atajadas y sus actuaciones integran la colección más apreciada por la historia de Boca y también parte de la Selección.

Pero aquel tú-a-tú con la tragedia sería una constante en la vida, futbolística y extrafutbolística del Tano. El episodio más famoso ocurrió en un partido contra Estudiantes en 1965, cuando salió a enfrentar un ataque, lo chocó Pachamé y le costó una fractura de costilla, un riñón afectado y una hemorragia interna.

Escribió Ardizzone: “Allí en la camilla, con los ojos siempre abiertos. Ni una queja, ni siquiera el renuncio de acusar el agudo dolor que seguramente le causaba la fractura. Y en medio de toda la preocupación, de las dudas del médico, de los riesgos, cuando Roma advirtió al fotógrafo listo para el disparo hizo un gesto apenas perceptible para que esperara un momento. Ese era Antonio, esa era la imagen inconfundible del Tano. Pidió casi balbuceando un peine, se irguió todo lo que permitía la factura, se acomodó el pelo, el mejor corte de pelo del mundo. 'Ahora dale si querés' , le indicó al fotógrafo con una seña (...) Fue dado de alta a los cinco días para seguir la convalecencia en casa. Se necesitaban no menos de cinco meses de inactividad, según los médicos. A los 10 días andaba caminando por Ezeiza, a los 20 días ya se entrenaba y a los 30 volvía al arco de Boca”.

Acaso aquel vínculo con la tragedia venía de lejos. "A los 3 años y medio me enfrenté a la primera desgracia de muchas. Tuve una pleuresía acompañada de pulmonía. Según los médicos, estaba liquidado. Me salvaron a último momento tras una operación en el Salaberry -le contó a Sport en 1967-. Quedé internado durante cinco meses y diez más con un vendaje desde el cuello a la rodilla. La cicatriz en la espalda no se me fue nunca”.

Se retiró en el 72, después de otro Superclásico. “Aunque tenía 40 años y los reflejos intactos, estaba cansado de las concentraciones”, contó. Poco antes el club lo había homenajeado y en una fiesta en los salones de Totolandia, en Belgrano, Armando le entregó la medalla de oro. Allí apareció Julio Elías Mussimessi, el legendario arquero-cantor, para dedicarle el “Dale Boca, Viva Boca” que los identificaba.

Roma era un símbolo de Boca, admirado y querido, y así se mantuvo siempre. Definió así su vínculo boquense: “Yo no soy hincha de Boca, llevo una parte de Boca en mí. Todos los domingos viví con esa hinchada maravillosa. Al tercer partido que jugué, llegué a casa y le dije a mi mujer: 'Amanda, si un día termina el partido y me traen con los pies para delante, no te asustes. Si me tengo que matar contra un palo para atajar una pelota, por esa hinchada lo hago'”. Tras su retiro trabajó durante largo tiempo como productor de seguros con su oficina en Juan B. Alberdi, cerca de la General Paz. La caza y la pesca eran sus aficiones.

Después de tantas batallas, su vida se apagó el 20 de febrero de 2013 en el Santojanni, víctima de un virus intrahospitalario. Tenía 80 años.

Delem, formador de cracks

Delem, ya retirado, siguió siendo parte de River.
Delem, ya retirado, siguió siendo parte de River.

Solamente con mencionar que en su época como director de las Inferiores de River surgieron estos notables jugadores, daría para el reconocimiento eterno a la figura de Delem. Ortega, Crespo, Gallardo, Almeyda, Aimar, Saviola, D’Alessandro, Demichelis, Cavenaghi, Mascherano e Higuaín fueron algunos de los exponentes de esa “cantera” que Delem, convocado por el dirigente que tenía más afinidad (Alfredo Davicce) lanzó desde los 90.

Sin embargo, el final fue abrupto: en 2002, después de doce años de trabajo, la gestión de José María Aguilar lo dejó afuera. “Me hubiesen venido con la verdad, cara a cara. Me faltaron el respeto”, exclamó Delem. Trabajó un tiempo más en Ferro pero murió en 2007 de un paro cardíaco. Tenía 71 años.

Se lució en su etapa como jugador en River (1961/67), pero el recuerdo resulta algo menos grato. Siempre estaba el sello de su calidad, como la de otros grandes del River de esos tiempos, pero no les alcanzó para un título que siempre parecía a mano.

No haber sido campeón con River fue mi mayor frustración –admitió-. Tuve la suerte de ganar títulos en todos los clubes donde jugué, pero en River no hubo caso. Jugué siete años, que coincidieron justo con esa racha maldita”.

Vladem Lázaro Ruiz Quevedo, más conocido como Delem, nació en San Pablo el 15 de abril de 1935. Arrancó en Gremio, pero se destacó en Vasco da Gama y se hizo un lugar en la Selección de Brasil, que recién iniciaba su época de oro. Llegó a jugar siete partidos y a sobresalir en la campaña de la “canarinha” de 1960, sobre todo ante Argentina.

Primero fue en Buenos Aires por la Copa Roca, una competencia entre Argentina y Brasil. Los locales ganaron 4-2 en la ida, el jueves 26 de mayo, y Delem marcó un tanto. Tres días después, en la revancha resultó decisivo: sus goles le dieron el 2-0 a Brasil, obligando a un suplementario, donde otros dos de Julinho y Servinho le dieron la Copa por 4-1.

Poco después se realizó la Copa del Atlántico, donde participaban Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Brasil ya volvía a contar con Pelé y todas sus estrellas, pero Delem tuvo participación. Le ganaron 2-1 a Paraguay en Asunción (Delem marcó un gol) y después perdieron 1-0 con Uruguay en el Centenario, donde a Delem le tocó reemplazar a “O Rei” en el segundo tiempo.

La definición fue el 12 de julio en el Maracaná y Brasil goleó a Argentina por 5-1. Pelé marcó dos tantos y Delem, quien había ingresado por Coutinho, aportó otro. “Tuve muchas alegrías en el fútbol, pero lo máximo fue eso de Brasil. No sólo era jugar con Pelé sino con todos los monstruos que lo rodeaban, como Garrincha, Vavá, Nilton Santos”, evocó.

Era la misma época en la que el River de Liberti y el Boca de Armando contrataban figuras extranjeras para promocionar el “fútbol espectáculo” y Delem llegó en esa ola. En su campaña en River logró cuatro subcampeonatos, llegó a una final de la Copa Libertadores y convirtió 35 goles, para cerrar su campaña después en Universidad Católica, en Chile.

Otra paradoja de aquel destino riverplatense: una semana después del penal que le atajó Roma, concluyó el campeonato. Y Delem figuraba tercero en la lista de goleadores con 19, detrás de dos “monstruos” del área: su compañero Luisito Artime (25) y Sanfilippo (San Lorenzo, 23). También con 19 estaba otro brasileño, ídolo en el altar boquense: Paulo Valentim. Y con 17 aparecían el “Tanque” Rojas por su producción en Gimnasia. Sexto, con 15, un tal César Luis Menotti (Rosario Central).

Delem, cuando trabajaba en las Inferiores de River. Foto Archivo Clarín
Delem, cuando trabajaba en las Inferiores de River. Foto Archivo Clarín

Como entrenador, en distintos períodos Delem estuvo al frente de Huracán, Vélez y San Lorenzo, entre otros. Fue el técnico de Argentinos Juniors con el Diego Maradona del 79. Recordó: ”Antes del partido, yo le hablaba al grupo en general. A Diego sólo le pedía que se metiera en el área cuando los partidos se complicaban. 'Metete un poquito arriba y complicá a los grandotes', le decía.  Y los líos que armaba. También me acuerdo de todas las posibilidades que nos daba con los tiros libres. Nunca puede ser uno más Diego, pero él se portaba como uno más”.

Delem también llegó a dirigir en Arabia Saudita, casi medio siglo antes que el fútbol de ese país significara un disgusto indigerible en Qatar 2022. Pero se lo recuerda, fundamentalmente, por aquella tarea formativa en River.

Así describía su filosofía: “El fútbol que yo enseño es el de la diversión con responsabilidad. Nada de gambetear porque sí y en cualquier lugar. De área a área hay que jugar a dos toques. Uno para controlar la pelota y otro después de que el compañero pasó o está acomodado para recibirla. Y dentro del área que gambeteen todo lo que puedan porque allí una patada es penal”.

Pero lo recurrente, en las entrevistas con Delem, era el recuerdo del penal en la Bombonera. Uno de los detalles más curiosos de la previa es el que contó Cherquis: “Curioso fue lo de Orlando, el defensor de Boca, con Delem. Los dos brasileños eran muy amigos, como también sus esposas. Los matrimonios vivían en el mismo edificio de Urquiza y Rivadavia. Cenaban juntos todos los domingos. Cuando en la charla técnica Silvero recomendó tocar a Delem y amedrentarlo, preguntó quién se animaba. Orlando dijo: 'Deja a Delem para mí'. Y lo molió a patadas. Por cierto, la relación entre las familias se interrumpió hasta muchos años después”.

Con Roma todo fue mejor, según contó Tarzán: “Después de que le atajé el penal, fui y lo abracé. Otros pasaban y le metían rodillazos. Más adelante, fuimos íntimos amigos. Compartimos mucho tiempo el Equipo de las Estrellas y más tarde él tuvo una flota de camiones y yo le hacía los seguros. Pobre, él se tuvo que masticar todos los chicles. Imaginate: tanto los de Boca como los de River lo castigaban por errar ese tiro”.

HS