Argentina
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De Messi a Massa, entre lo necesario y lo posible

Si bien el trasfondo político, económico y social de la Argentina sigue siendo de barro y mucha suciedad, la posibilidad de seguir en carrera en el Mundial le ha dado a Sergio Massa un pequeño respiro de al menos 96 horas. Hasta dónde es importante conseguir un logro afectivo que le sirva como eventual trampolín económico a una sociedad tan castigada por la ineptitud de sus gobernantes es un gran misterio, aunque la percepción es que siempre resulta mejor tener esperanza y conseguir una sonrisa que volver a la rutina de frustraciones. Quizás habría que verificar si el exitismo generalizado (saturación publicitaria incluida) no va a jugar en contra si la verdad finalmente se presenta amarga en el Mundial.

Aunque nadie sabe a ciencia cierta cuánto podría durar el efecto Qatar si se siguiera hasta las últimas instancias, ya que la podredumbre del fondo de ninguna manera se habrá ido, una encuesta de D'AlessioIROL- Berensztein consigna que 82% de la gente cree que los buenos resultados influyen positivamente en el humor colectivo y a eso se aferra el Gobierno. Al igual que en otro sondeo de Jorge Giacobbe, el parecer muy mayoritario de la gente consultada supone que la performance del Seleccionado influirá "poco y nada" en los resultados electorales del año próximo. Desde lo económico, Alfonso Prat-Gay recordaba este fin de semana que el influjo positivo de un Mundial podría durar como máximo un trimestre.

Pero más allá de que no es Lionel Messi, el discurso a dos puntas que pronunció el ministro de Economía ante los empresarios el jueves pasado lo puso en el candelero porque resultó ser mucho más que una justificación ya que significó, a la vez, la exteriorización política de esa estrategia de balanceo en la cuerda floja que Massa tan bien domina y que le hace prodigar sonrisas (y justificaciones) por igual hacia todos los costados del auditorio. Ése es su pretendido talento. Más allá de los 250 hombres de negocios que lo escuchaban (y el Fondo Monetario, desde ya), a quienes les ha hecho creer que después de su gestión bien podría llegar el diluvio (o quizás simulan creerle porque esperan sacar alguna tajada), sin dudas el ministro le estaba hablando también al Frente de Todos, especialmente al Instituto Patria y a Cristina Kirchner, en primer lugar.

En ese balanceo que tan naturalmente transita, Massa les dijo a todos que él se va a seguir moviendo con "tanto mercado como sea posible" y con "tanto Estado como sea necesario". Esta frase de equilibrista, muy al estilo de un político que sabe tocar todos los timbres, fue dicha en 1958 por el ex alcalde de Berlín y luego canciller de Alemania, el socialdemócrata Willie Brandt como una síntesis dedicada a superar la grieta esencial de por entonces, la que abrió el capitalismo con el comunismo y dio paso a la Guerra Fría.

Luego, fueron otros quienes repitieron conceptos de equilibrio más o menos parecidos, incluidos muchos socialcristianos de aquellos tiempos, cuando Europa sobre todo empezaba a maquillar los alineamientos de la posguerra a partir de una tercera vía que, por influjo de Juan Perón en la Argentina ("ni yanquis ni marxistas") fue llamada "tercera posición", nada más ni nada menos que la Doctrina Social de la Iglesia de León XIII, teoría que luego los sucesivos papas fueron neutralizando en su equidistancia.

El mundo pasó más tarde por la década perdida por Latinoamérica en los años ‘80, por el conservadurismo reagan-thatcheriano, por la caída del Muro de Berlín y luego por el proceso de globalización, hasta que los populismos se presentaron como redentores, de izquierda primero en Latinoamérica, donde el kirchnerismo hizo escuela (Ernesto Laclau mediante), pero también de derecha, modelos basados en la ruptura con lo institucionalmente conocido, constituciones incluidas, y en comenzar a estructurar nuevas burguesías a la vez apañadas y sostén del poder. Esta división entre izquierdas y derechas había casi desaparecido en la Argentina hasta que se la ha reflotado con cierto grado de virulencia o más, de odio o aún de asco, de ambas partes.

Como en todo hay gradaciones, pero también extremos. Más allá de la necesidad del Cristina Kirchner de zafar de las acusaciones de corrupción pateando el tablero de la Justicia, desde la izquierda populista más cerrada la "necesidad" está puesta casi 100% en el altar que impone la misión reguladora y de contralor del Estado, incluida las empresas públicas y el comercio exterior, en ser la distribuidora de los impuestos que se le cobra a los ricos, en la planificación y en el atraso del "vivir con lo nuestro" de gobiernos que en tiempos de la tecnología y el pensamiento todavía se rigen por los viejos "términos de intercambio" entre productos primarios e industrializados. Así, el pie puesto sobre el sector privado conspira contra la inversión, el empleo y la apertura al mundo, genera atraso y produce tentaciones hegemónicas.

Desde la otra punta del espectro, con Javier Milei como estímulo que apunta contra "la casta", bien se querría que el Estado desaparezca y que a lo sumo administre únicamente la Justicia y proporcione seguridad, mientras que se espera que en el traqueteo (la mano invisible y ordenadora del mercado) se acomoden los melones sobre el carro. En este tren de vientos tan intensos, en el que parece primar más la destrucción que la negociación, los conceptos del alemán que puso en el candelero Massa han vuelto a tener vigencia, aunque las partes se apropian a voluntad de la conducción política poniendo el mayor o menor acento sobre cuánto es lo "posible" y cuánto lo "necesario" es lo más idóneo para armar la mezcla, ya sea se esté a la derecha o a la izquierda.

Cuando desde la política, Massa dice lo mismo que su segundo Gabriel Rubinstein sin que suene a urticante y habla casi el idioma de Kristalina Georgieva ("recorrer un camino metódico de orden fiscal, de tasas positivas, de recuperación de reservas y de aumento de las exportaciones, con un bajo o nulo régimen de emisión monetaria, alineando incentivos, pero cuidando el valor y el ingreso de los argentinos", dijo), usa el método Brandt de apelar a lo necesario para calmar al establishment y de hacer lo posible para serenar al kirchnerismo. Y cuando sostiene que "tenemos que acostumbrarnos a que las elecciones no se ganan debido a una política fiscal expansiva, ya que esa idea hoy atrasa un poco", aunque remarca lo del "desarrollo con inclusión", hace otro tanto.

La verónica que dibujó el ministro fue de manual para un político tradicional acostumbrado a caminar por la cuerda floja, en el sentido de hacerle escuchar a cada uno lo que desea oír, algo que los empresarios seguramente notaron aunque pícaramente consintieron sus argumentos, mientras que con seguridad y también por conveniencia, el kirchnerismo más duro ha mirado para otro lado porque según su visión el trabajo sucio de ajuste se lo está haciendo Massa y ya llegará el tiempo de criticarlo, tal como antes se despegó de Martín Guzmán y de Alberto Fernández sobre todo. Hipocresías de todos al por mayor.

En el discurso, el ministro puso por delante a la inflación como el gran problema a resolver para ganar las elecciones e insistió en que para darle coherencia a la economía se necesitan "esfuerzo y sacrificio" y no solamente "soluciones mágicas" que aparecen como "morfina", pero que empeoran la condición del paciente. Sin embargo, como la necesidad tiene cara de hereje, él mismo parece empeñado en utilizar dicho remedio de emergencia, pese a que su uso expone la terminalidad de la situación, conspira contra la tranquilidad del mercado cambiario y genera un efecto dominó en toda la economía.

El caso del dólar-soja que se vuelve a implementar desde mañana es una típica metodología de producto parche (morfina) para tratar de disimular la cuestión por un rato, ya que lo que se consiga ahora debido a la prebenda hacia el sector es a costa de cerrar la canilla hacia el futuro. La experiencia de setiembre parece que no ha sido tomada en cuenta, no sólo porque en octubre y en lo que va de noviembre no entraron divisas, sino que se van sin cesar. La contrapartida de la situación es la virtual prohibición de importar y la falta casi terminal de insumos que han trabado la producción, necesaria para el mercado interno, pero también para exportar. Peligra la recaudación y peligra el empleo.

Para Massa, la cuestión es no tocar el tipo de cambio de modo generalizado y así se lo dijo a los empresarios ("Los que piden devaluación desesperados destruyen el valor de sus compañías, no solo el ingreso de los argentinos"), sin querer tomar en cuenta que no sólo los hombres de negocios, sino que la valuación de todos los argentinos se hace con el dólar a $300. Como ya está todo destruido, no sincerar y dejar la brecha como está es un paso más hacia la negación que sigue demorando cualquier recuperación.

Otro indisimulable cuello de botella lo tiene Massa con el mercado de deuda en pesos. El jueves 10 de este mes ocurrió un hecho que fue bastante disimulado por Economía y también poco difundido, pero que al mercado no se le escapó. Ese día sólo se logró canjear 6 de cada 10 pesos de la deuda que vencía hasta fin de año (61%). La idea era patear para 2023 buena parte del paquete, pero hubo una adhesión casi nula del mercado verdadero, ya que los que aceptaron fueron casi todos organismos públicos. No sólo fue un fracaso aquel llamado, sino que quedó al desnudo que el mercado de deuda está en terapia intensiva y también al borde de la morfina y que el paquetazo de las Leliq en circulación que tienen los bancos también. Ahora, se recurriría a raspar el fondo de la olla pidiéndole a provincias y municipios que suscriban Letras del Tesoro con una importante retribución, aunque proporcional al riesgo que ellos corren como inversores.

Pese a la enjundia de aquel discurso de Massa, los empresarios saben que el titular del Palacio de Hacienda tiene varias cuestiones más que barrer debajo de la alfombra, no sólo titulares que han ido a vía muerta porque la instrumentación es casi un imposible (dólar Qatar o dólar para turistas) o porque fueron hechas a destiempo (un dólar especial para las economías regionales) o porque la ansiedad y la necesidad de hacer algún anuncio pone en vidriera la piel del oso antes de cazar el animal (el swap con China de dólares "contantes y sonantes"), sin tener en cuenta los tiempos de la contraparte.

Ya se sabe que Massa no es Messi y que las diferencias son notables. En el mismo sentido de hacer lo necesario y lo posible, el 10 va paso a paso, partido a partido, sacando el ticket para jugar el siguiente y para tratar que, con su actuación y con su influencia, el que viene no sea el último juego de su carrera en un Mundial. Lo del ministro busca ir en el mismo sentido pero no parece ser tan sencillo para él ya que también le falta respaldo y acompañamiento interno. A Messi le sobra talento.