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El "regreso" de Patricia: la historia del cuerpo que la montaña devolvió 40 años después

La misma montaña que en marzo de 1981 la abrazó y se la llevó, la devolvió 40 años después. Como un mensaje madurado en décadas, como una señal divina, esa entelequia todo poderosa, ese mecanismo natural de piedras, hielos y abismos, decidió que Paty, la intrépida, tenía que “regresar” para despedirse de sus cuatro hermanos, de su madre y de su padre, que todavía viven.

Los hermanos de Patricia en San Juan antes de reconocer el cuerpo.
Los hermanos de Patricia en San Juan antes de reconocer el cuerpo.

Esta historia, entonces, sucede en dos tiempos. Este presente de emociones mezcladas y aquel pasado que también parecía sepultado, pero ahora se recrea una vez más. Son las 9 de la noche. Corina Altamirano viene viajando con dos de sus hermanos tucumanos. Avanzan en auto por La Rioja rumbo a San Juan, cuando recibe este llamado. Ve un farol. Camina en la oscuridad hacia la poca luz que destella. Su instinto le dice que debajo de ese aura, único haz en medio de una inmensidad ilimitada, posiblemente la señal no se pierda.

Antes de que sonara el celular, la música estaba baja y la conversación rutera giraba alrededor de lo mismo: dice que sienten como si todo regresara, como si Paty hubiera partido ayer. Corina había edificado sus consuelos. Decidió pensar que su hermana había quedado para siempre donde quería estar, en las entrañas del Cerro Mercedario, coloso de roca y glaciares, de 6.700 metros sobre el nivel del mar, en los Andes sanjuaninos. Otra vez imaginó que una bandada de pájaros había rescatado su cuerpo inerte de la grieta de hielo donde por última lo vio y habían partido con Patricia hacia el horizonte en un vuelo de eternidad.

Por eso todo se mezcla. Se confunden los sentimientos. ¿Es dolor? ¿Es bienestar? ¿Es, acaso, la certidumbre de que ha sucedido algo bendito? Están viajando para reconocer ese cuerpo que regresa, luego de ser hallado por montañeros de esta época. El cambio climático, presumiblemente, hizo retroceder el hielo y afloró un cadáver. Viajan, pacificados por la vida, para confirmarle a los forenses de San Juan que efectivamente esa ropa de colores chillones, ahora desvaídos por la erosión del terreno, es la ropa de Paty. Cómo podría olvidar Corina, a sus 63 años, ese segundo trágico, la conmoción silenciosa en la base de la pared de hielo, sobre una pendiente escarpada y difícil, inclinada en 45 grados. Abrió y cerró los ojos y Paty, que había decidió soltarse de la soga y avanzar diez metros hasta el sitio donde planeaban dormir, no estaba más.

Corina Altamirano habló con Clarín.
Corina Altamirano habló con Clarín.

Puede ver de una manera nítida ese momento, tal como sucedió en las alturas más descomunales del planeta. “Éramos nosotras dos y un compañero montañista italiano. Yo tenía 21, mi hermana 20 y Sergio Bossini tenía 40 años. Estábamos escalando todas las montañas del norte, por deporte, por el placer de subir y llegar a la cumbre. Éramos socias del Club Andino Tucumán. Siempre estábamos saliendo. Ese año el Mercedario estaba muy difícil porque había sido un año como este, con muy pocas lluvias y nevadas”, rememora.

El 27 de marzo no había nevado y la cordillera lucía pelada. Corina habla de accidente, sin apelar a metáforas. Aquel día la pared era literalmente una trampa. Sin nieve, había piedras, la arcilla típica de los suelos sanjuaninos y pedazos sueltos de hielo no adheridos al terreno. Manchones de hielo cristal, difíciles de pisar con los crampones. “No se clavan y tenés que asegurar la pisada. Pero a pesar de todo eso, íbamos progresando bien. Estábamos bien entrenados los tres y muy capacitados para la escalada. Es una pared cuyo ángulo va variando. Estábamos encordados. Cuando ya habíamos hecho las dos terceras partes de la pared, decidimos ir hacia la izquierda, hacia una grieta que se veía apta para hacer noche. Eran aproximadamente las seis de la tarde y decidimos hacer la travesía en horizontal para dormir en esa grieta”.

Marta 'Patty' Altamirano. Una andinista total.
Marta 'Patty' Altamirano. Una andinista total.

En ese momento, Marta, que era valiente, capacitada y muy preparada físicamente, decidió desencordarse para avanzar hasta ese sitio donde había un balcón de roca y una grieta. “Es como si estuviera el filo de piedra por donde íbamos y del otro lado el hielo. Ella fue hacia el glaciar y en ese momento en un segundo sentimos un sonido fugaz. Ella iba adelante nuestro con la mochila puesta y de golpe no vimos más la mochila”.

Eterna Marta. Tucumana. Enamorada de las altas cumbres.
Eterna Marta. Tucumana. Enamorada de las altas cumbres.

Paty cayó del otro lado de la pared. Corina y Sergio no podían divisar desde el punto en el que se encontraban el cuerpo de Patricia. Sin discusión, empezaron a descender. Corina hablaba para sus adentros, al ritmo que imponían su pulso y su respiración. Se decía a sí misma que llegarían al cuerpo y que su hermana estaría con vida. Como un mecanismo de defensa, repetía en un dialogo consigo misma: mi hermana está abajo, seguramente lastimada, pero es fuerte. Tiene comida en la mochila. Está capacitada para sobrevivir. No quería asumir que la volada, muy probablemente, había sido fatal.

Demoraron nueve horas en bajar desde donde estaban hasta la base de la pared. Llegaron a las 6 de la mañana la base. Fue una bajada lenta y cuidadosa. Se decían a sí mismos: nos tenemos que salvar. “La esperanza de encontrarla estaba intacta. Cada vez que parábamos para poner un clavo en el hielo y asegurarnos en la bajada, yo gritaba, esperá Paty, esperá que ya vamos. Era un mecanismo de supervivencia. Necesitábamos creer que estaba viva. Llegamos abajo y desde allí pudimos divisar el cuerpo al pie de la pared. Cayó por una pista enjabonada todo el largo de la pared, luego voló unos metros y cayó en terreno en plano. Había perdido la mochila y solo hallamos una tacita. Nos miramos con mi compañero. Cargamos la mochila y bajamos por la quebrada hasta el campo base. Teníamos dos días hasta llegar a Gendarmería por el lecho del río”.

Durante esos dos días nevó sin parar. Esa nieva cubrió entre cuatro y cinco metros el cuerpo de Patricia. Por más que hubieran querido, los rescatistas jamás hubieran podido llegar hasta el sitio donde estaba.

En diciembre de ese año, Corina y otro equipo de expertos regresaron a la montaña en busca del cuerpo. En el sitio donde estaba el cuerpo de Patricia se había abierto una gran grieta. Suponen que el cuerpo fue tragado por esa fisura y que luego la nieve cerró la quebrada y tapó, una vez más, todo. “Creemos que los movimientos del hielo han ido movimiento el cuerpo aún lado y a otro. Hay un dicho que dice que los glaciares siempre devuelven los cadáveres. Pero pensamos que la montaña la abrazo y la tuvo todo el tiempo que quiso. Ella amaba tanto la montaña que la montaña fue su amante, la abrazo y ella se dejó amar por ella”.

El imponente Cerro Mercedario en San Juan. De 6700 metros sobre el nivel del mar.
El imponente Cerro Mercedario en San Juan. De 6700 metros sobre el nivel del mar.

Corina encontró un cuaderno. Allí ella misma le había escrito una carta a Paty, La carta dice: “Siempre dijiste, querida hermana, que si morías en la montaña te dejáramos en el lugar donde murieras. Y fue así”. Por eso, ahora, vuelve esta idea de las emociones encontradas. La madre de Corina y de Patricia tiene 88 años. El padre 91. Le decía a Corina que todo es, cuanto menos, extraño. Por la belleza misma de la historia, por el milagro que supone, no deja de ser algo luminoso y feliz. Pero la montaña era su lugar y ese era el sitio donde Patricia debía estar. “Pucha -dijo en el hombre en voz baja-, para qué la habrán encontrado…”. Como sea, en las palabras de Corina hay una calma de suceso consumado.

“Es revolver de volver, de volver a regresar, de que el tiempo vuelve, de que trae al presente el pasado”, reflexiona Corina, encandilada por el momento. Ella y sus hermanos habían aprendido lo que enseña el tiempo: que los recuerdos y las ausencias, tarde o temprano, dejan de doler. Un día después, Corina y sus hermanos ya no están en ninguna ruta, sino delante de los forenses en un lugar ascético lejos de la naturaleza. Saben perfectamente lo que van a decir. No dudan. Es 3 de febrero. Un día antes del cumpleaños de Patricia, que tendría que cumplir 64 años este sábado. Entonces la ven. La ven y dicen: “Es ella. Ya puede descansar en paz”.