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Entrevistó a Pablo Picasso y alojó a Julio Cortázar: la vida de Felisa Pinto, la decana de los periodistas de moda

A los 91 años, escribió su autobiografía, "Chic", donde recuerda su infancia en Córdoba en el seno de una familia de clase media intelectual con inquietudes artísticas hasta sus días como corresponsal en París.

Felisa Pinto tiene 91 años. A esa edad quedan de más las explicaciones y justificaciones. La decana de los periodistas de moda se sacó las ganas y escribió su autobiografía, Chic, donde a base de minuciosas y extensas descripciones recorre su vida desde su infancia en Córdoba en el seno de una familia de clase media intelectual y con inquietudes artísticas, pasando por sus épocas como corresponsal en París, su vínculo con el Instituto Di Tella y quienes habitaban la manzana loca, y su actualidad como espectadora y analista de lo que sucede, pero ya sin la presión de tener que entregar una nota a tiempo.

Pinto se da el lujo de escribir el libro que ella quiere y que quizás no sea el que más atrape. Su vida tiene algunas anécdotas coloridas, como la entrevista cara a cara que le realiza a Pablo Picasso en su casa de la localidad francesa de Mougins; la frase dicha al pasar durante una fiesta en la casa del fotógrafo Alejandro Kuropatwa y que Federico Moura hizo canción por la cual en la actualidad aún cobra regalías vía SADAIC; o el día que alojó de incógnito a Julio Cortázar en su departamento de mujer independiente.

La autora es generosa en las descripciones de vida y obra de personajes que conoció o que eran conocidos de sus amigos, pero no necesariamente de ella (aparecen algunos nombres relevantes como el del Ernesto “Che” Guevara). También da cuenta de sus amplios conocimientos de jazz –estuvo casada con el trompetista Rubén Barbieri– y dedica varias páginas del libro a esta temática solo apta para entendidos.

"Chic", de Felisa Pinto (Lumen, $4.499 papel; $1.815 ebook).
"Chic", de Felisa Pinto (Lumen, $4.499 papel; $1.815 ebook).

La autodefinición de mujer independiente que hizo a muy temprana edad, sumado al bagaje cultural y un interés por la moda hicieron que con apenas 18 años ya obtuviera un trabajo como correctora en una editorial. Al periodismo llegará un tiempo después, luego de varios trabajos como encargada de prensa en distintos espacios que tendrán como punto en común la cultura, el arte y la arquitectura.

Su carrera

Debutó en la revista Damas y Damitas a fines de los ‘50 con una columna sobre música y en 1962 desembarcó en Atlántida para abordar temas de moda, arte y estilo. Fue ese medio la que pocos meses después la envió como corresponsal a París –algo impensado en la actualidad para un redactor con poca experiencia– donde se sumergió en el centro mundial de la moda.

De la mano de los padres de la ex modelo y actual socialité Inés de la Fressange –Pinto era amiga desde su infancia a la madre de ésta– conoció las estéticas del lujo que impulsaban casas como Chanel e Yves Saint Laurent. Parte de su trabajo consistía en asistir a los desfiles y enviar crónicas a Buenos Aires con precisos relevamientos de cómo estaban confeccionadas las prendas, qué colores y telas predominaban.

Parte de su trabajo consistía en asistir a los desfiles y enviar crónicas a Buenos Aires. Foto GG Adrasti
Parte de su trabajo consistía en asistir a los desfiles y enviar crónicas a Buenos Aires. Foto GG Adrasti

El excesivo detalle era la base de su trabajo, así como hoy es la base de su autobiografía. En tiempos de periodismo de papel el espacio para las fotografías era poco y las marcas de ropa argentinas esperaban ansiosas las notas de Pinto para intentar copiar, en base a sus descripciones, las tendencias de Europa.

Ya de regreso en Argentina trabajó para Para Ti, Primera Plana donde estuvo a cargo de la columna “Extravagario” donde mezclaba moda, diseño y estilo. En su libro, Pinto sostiene sin ningún ánimo de humildad que con ese espacio “descubrí o reinventé la crónica de modas”. En otra de sus facetas, llevó adelante la tienda de artículos de diseño y ropa, Etcétera, en las inmediaciones del Instituto Di Tella del cual, como periodista, cubría las experimentaciones artísticas que allí sucedían.

En los ‘70 fue una de las periodistas de la redacción original de La Opinión, el diario fundado por Jacobo Timerman. El desafío era inmenso: hablar de objetos con un alta grado de sensibilidad a la vista sin poder brindar una imagen ya que el periódico se caracterizaba por no publicar fotografías. Allí permaneció hasta el secuestro del empresario que devino en su refugio durante la dictadura cívico-militar en una revista de nicho, cuyo público objetivo era el empresariado textil.

Pinto dedica un capítulo especial para hablar de su íntimo amigo, Manuel Puig. Aquí sí vislumbra que la periodista tuvo un estrecho vínculo y una real amistad con el escritor de Boquitas pintadas. Es el perfil que más desarrolla en su autobiografía, con historias vividas por ella y ya no por sus amigos.

Pinto dedica un capítulo especial para hablar de su íntimo amigo, Manuel Puig. Aquí sí vislumbra que la periodista tuvo un estrecho vínculo y una real amistad con el escritor de "Boquitas pintadas".
Pinto dedica un capítulo especial para hablar de su íntimo amigo, Manuel Puig. Aquí sí vislumbra que la periodista tuvo un estrecho vínculo y una real amistad con el escritor de "Boquitas pintadas".

Los ‘90 la encuentran como una de las fundadoras de la carrera de Diseño de Indumentaria de la Universidad de Buenos Aires. Allí colaboró para elaborar el programa de estudios en el área que ella más conocía: la difusión para que los alumnos cuenten con un vocabulario preciso a la hora de promocionarse.

A lo largo de todo el libro, Pinto deja en claro su constante predilección por los guiños autóctonos en las prendas que elige, los detalles que remiten a las tendencias provinciales, a la época de una vida artesanal. De muchos personajes describe con lujo de detalle cómo vestían, dónde compraban su ropa; lo mismo para sus outfits.

Además, se reconoce como una precursora del vintage cuando como adolescente compraba zapatos de la década del 20 y una influencer de su época, aunque no existiera el término, por las tantas invitaciones que recibía a fiestas y vernissages que pedían su presencia para luego ganar una línea en su columna.

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