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Juzgan al chofer de un micro que llevaba a nenes de 11 y 12 años a Mundo Marino, volcó y murieron dos

Silvia Veiga (50) y José del Bianco (51) están por entrar a la pileta del polideportivo de Benavídez, adonde van tres veces por semana por sugerencia médica. Y de paso, dicen, les hace bien, los distiende. Bajo el agua "la cabeza viaja, vuela y la carita de Delfina siempre nos acompaña y ayuda para llegar a la otra punta de la orilla".

Se acerca el 1° de junio, una fecha crucial para el matrimonio de Silvia y José. Están nerviosos, movilizados y tristes, pero también deseosos de que se haga justicia por su hija, una de las dos víctimas fatales del vuelco de un micro que llevaba a nenes de 11 y 12 años a Mundo Marino, en San Clemente del Tuyú, en 2019.

"Reviviremos todo lo que sufrimos, lo que nos tiene atrapados en un pozo sin salida, pero si el responsable del hecho termina preso, Delfi al menos descansará un poco más en paz y nosotros también", expresan los papás.

Mía Soledad Moran (12) y Delfina Del Bianco (11), las nenas que murieron en el vuelco de un micro en la Ruta 2 cuando iban con sus compañeros de colegio a San Clemente.
Mía Soledad Moran (12) y Delfina Del Bianco (11), las nenas que murieron en el vuelco de un micro en la Ruta 2 cuando iban con sus compañeros de colegio a San Clemente.

Alberto Maldonado, el conductor del colectivo de la empresa Silvicar –que el 28 de noviembre de 2019 se dirigía a Mundo Marino–, es el único imputado por el vuelco a la altura del kilómetro 141 (Lezama), que provocó las muertes de Delfina del Bianco (11) y Mía Morán (12). La calificación es doble homicidio culposo con lesiones agravadas. El juicio está previsto que finalice el lunes 5 de junio, en Dolores.

Maldonado estuvo detenido unos días y fue liberado por falta de antecedentes, aunque quedó inhabilitado para manejar. ​"De ser hallado culpable, podría caberle una pena de 5 años de efectivo cumplimiento", le dijo a Clarín el fiscal Juan Manuel Dávila. "Los desperfectos mecánicos que adujo Maldonado fueron descartados según las pericias y para la Fiscalía no hay dudas de que se trató de una causal humana".

Era un viaje de estudios soñado el que realizaría el curso a San Clemente y hacia allí viajaban 44 alumnos y 6 adultos que pertenecían a la escuela primaria 41° Rosario Vera Peñaloza, de Benavídez, partido de Tigre. Junto con otras compañeras, Delfina y Mía se encontraban en la parte superior del ómnibus.

"La vida la tenemos destrozada pero la Justicia podría ayudarnos a tener un poquito más de fuerza cada día", dicen José y Silvia, padres de Delfina.
"La vida la tenemos destrozada pero la Justicia podría ayudarnos a tener un poquito más de fuerza cada día", dicen José y Silvia, padres de Delfina.

​​Desde marzo que Silvia y José vienen con la cabeza enfocada en el juicio, ya que ese mes era la fecha inicial, pero se postergó. "Necesitamos darle un punto final a este dolor que no cesa. Sabemos que ese puño que nos aprieta el pecho no se irá nunca, pero que haya una condena, que pague el responsable, nos ayudará a seguir caminando por esta vida", comparten.

Cree la mamá de Delfina que Maldonado es culpable. "Las pericias y los testigos dicen que se quedó dormido. Las pruebas de alcoholemia y toxicología dieron negativas y se demostró que el micro no tenía fallas mecánicas como había señalado ese señor. Por lo que averigüé, el chofer venía de otro viaje, estaba sin descanso y a las 3.30 de la madrugada partía rumbo a San Clemente".

Aquella madrugada de terror

Delfina estaba chocha con el primer viaje sin sus padres. "La fuimos a despedir, subió al micro, se fue a la parte de arriba y se sentó con su amiga Nazira. Nos hacía corazoncitos con sus manos, nos escribió 'los amo' en la ventanilla", relata con congoja Silvia, mientras José la abraza.

Silvia y su hija Delfina, en la fiesta de comunión, cuando tenía 9 años.
Silvia y su hija Delfina, en la fiesta de comunión, cuando tenía 9 años.

Reconocen Silvia y José cierta incertidumbre que los embarcaba a la hora de "dejarla ir a la nena". "Típicas dudas sobre el tipo de viaje en sí, el horario... viste, los temores frecuentes de padres ante el primer viaje de su hija... pero ¡cómo se lo íbamos a prohibir! Si con la mayor (Agustina, 23) lo permitimos, haríamos lo mismo con la más chica".

Venían de despedir a su hija, que partió 3.30 de aquel jueves 28 de noviembre, por lo que Silvia se tomó una pastillita para descansar mejor y José puso el despertador a las 6 para ir a su trabajo (vende autopartes para vehículos).

Ya despiertos, a las 6.30 llegó un mensaje desde el chat del colegio de esos que hielan la sangre. "Tuvimos un accidente, volcó el micro, por favor los padres que puedan por favor que se acerquen... Estamos en el kilómetro 141, a la altura de Lezama".

"Delfi era puro corazón. Los tres éramos muy compinches, nos encantaba estar juntos", sostienen José y Silvia.
"Delfi era puro corazón. Los tres éramos muy compinches, nos encantaba estar juntos", sostienen José y Silvia.

Cambio de planes urgente para el matrimonio: José avisó que no iría a trabajar y Silvia se cambió apurada con el corazón en la boca. No llegaban noticias trágicas, la maestra que hacía de vocera procuraba no alarmar desde el lugar de los accidentes.

"Recuerdo estar manejando en la ruta y ver en el aire un helicóptero al que intentaba alcanzar apretando a fondo mi pie en el acelerador. La incertidumbre, el no saber lo que nos íbamos a encontrar nos tenía angustiados", hace memoria José. Promediando el viaje, Silvia recibe una llamada de Agustina, su hija mayor. "Mamá, decime que no es cierto lo que informa la tele, ¡decímelo!".

​Los noticieros mencionaban que había víctimas fatales... con nombre y apellido. "No sé mi amor, no sé nada, estoy en camino", fue la respuesta casi entre lágrimas de Silvia, mientras José hundía el acelerador. "Cuando llegamos a Lezama, nos derivaron a Chascomús, al hospital zonal y allí nos preguntaron a quién buscábamos. Cuando dijimos 'a nuestra hija Delfina Del Bianco', se nos acercó una psicóloga y nos dijo que había fallecido".

El micro volcado en el kilómetro 141, a la altura de Lezama. Foto Archivo / Mauricio Nievas
El micro volcado en el kilómetro 141, a la altura de Lezama. Foto Archivo / Mauricio Nievas

José habla con los ojos vidriosos; Silvia se bloquea. "Queríamos verla, besarla y abrazarla y no nos permitieron. Sólo pudimos reconocerla... Tenía la cara deformada y un guardia al lado nuestro no permitía que la tocáramos". Delfina fue velada a cajón abierto, en Benavídez, "y ahí sí la llenamos de besos", dicen los padres, que hacen saber que la visitan seguido en el cementerio".

"Un corazón con patas"

"El 27 de febrero fuimos –sonríen entre lágrimas–, hubiera cumplido 15 años. Sabés lo que soñaba con su fiesta... Qué injusta la vida. Ahora tendría que estar con nosotros viendo las fotos de su cumple. A veces tengo el pecho estrujado, necesito decirle cosas y voy para el cementerio... Sé que parezco una loca, pero no me importa. Otro día que fui, la encontré a Nazira, su amiguita, que me dio un abrazo de esos que dicen muchas cosas".

Silvia admite que nunca pudo hablar con Nazira para preguntarle cómo fueron esas tres horas de viaje entre Benavídez y Lezama, donde volcó el micro. "Nazira quedó muy afectada psicológicamente, no puedo importunarla, pero ella compartió las últimas horas de vida de mi hija".

Comentan José y Silvia que Agustina, la mayor, fue la reina durante ocho años y medio hasta que nació Delfina, que se convirtió en la princesita. "Delfi era muy compinche de mamá y papá, buenaza, llena de amor. Era un corazón con manos y con patas. Esa imagen refleja lo que era Delfi", grafica Silvia, carraspeando.

Piensa y busca encontrar algún consuelo esta mamá rota, como ella se denomina. "¿Sabés? En algún sentido encuentro momentos de paz interior cuando me convenzo que Delfi no era para esta jungla en la que vivimos. A veces siento que Dios se la llevó para protegerla".

​Delfina llevaba tres años en el Vera Peñaloza, donde rápidamente se integró, se convirtió en una chica muy querida y no sólo fue elegida mejor compañera, sino que llegó a ser abanderada. "¿Qué quería ser cuando sea grande? Estaba muy enganchada con la bioquímica, a partir de unos cursos de laboratorio de análisis clínicos que yo había empezado a hacer", comparte Silvia.

Cómo seguir adelante

No pasa un día sin que aparezca alguna imagen, algún recuerdo de Delfina. "La cabeza es una coctelera, no para nunca, es complicado... A veces en el trabajo yo estoy pero no estoy, viste, necesito irme o buscar un refugio donde llorar un rato y después vuelvo".

Silvia, ama de casa, se dedicó "a ser madre full time". Hace un año y medio Agustina, la hija mayor, "se fue a vivir con su novio. Yo la estimulé, la alenté a irse, cómo voy a cortarle las alas por pensar en mí. Obvio que es durísimo estar todo el día en casa, sola, pero trato de inventarme actividades, como un curso de manualidades que estoy haciendo ahora".

Silvia y José se conocen hace 35 años (25 casados, 10 de noviazgo). "Felices no vamos a ser nunca más, lo sabemos y cargamos con esa cruz. Pero queremos tener momentos de tranquilidad, de armonía, algo que seguro quisiera Delfina desde donde se encuentre. Pero nosotros estamos fuertes y esta desgracia nos unió aún más... No me quiero ni imaginar lo que sería transitar esto cada uno por su lado", dice ella.

Aparece en la charla el nombre del chofer, Alberto Maldonado, y sin darse cuenta ambos evidencian un gesto de rechazo. "No me explico como un profesional no tuvo la lucidez para detener el micro a un costado de la ruta, si veía que se estaba quedando dormido. Nunca se comunicó con nosotros, ni un mensaje en estos tres años y medio, nada... La idea de volver a verlo en el juicio no nos gusta nada, pero bueno, no queda otra".

MG