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La sabiduría de barajar y dar de nuevo

Se hablaba de “levantarse después de la caída”, casi una descripción gráfica del estado de ánimo. Porque en mi infancia, la palabra resiliencia no existía. Luego -boom mediante- se abusó de ella: hace pocos años, quien más quien menos, todos la agregaban a su curriculum existencial. “No me dejo vencer”, parecían decir. El único déficit es que a veces se utilizaba para nimiedades. Y no, uno no es resiliente porque puede sobreponerse a la pinchadura de un neumático y cambiarlo.

Sí lo es quien logra torcer su destino y no quedar atrapado por un malestar depresivo. ¿Pensamos en grande? Cómo no incluir a las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo, a las Madres del Dolor. Pero también a esas experiencias que nos ponen a prueba y se traducen en una madurez que fluye, osmóticamente, al resto de la comunidad a través de iniciativas que generan red. No en vano las sociedades más democráticas tienen un índice alto de ONGs. Pero hay otros puntos de inflexión tanto o más difíciles: los personales.

Recuerdo las dificultades de una autora al contar sus vicisitudes con una educación religiosa estricta. Quería hablar, pero no herir y no encontraba la forma de uno sin lo otro. O las del hombre que de chico sufría en los vestuarios porque, al ser afeminado, le hacían bullying y lo acosaban. También el escritor que durante muchos años no se animó a dejar su empleo administrativo porque no se creía capaz de vivir de su vocación. Y la persona obesa que consumió la vida intentando bajar de peso y mantenerse al menos dos o tres meses. O aquella familia que tuvo un hijo con síndrome de Down y le tomó tiempo darse cuenta que el futuro sería diferente al imaginado. O la madre que perdió al hijo por un accidente en el que sí había un culpable.

Son historias reflejadas en esta sección, con un denominador común: sus protagonistas nunca se dieron por vencidos. Sin saberlo, muchos buscaban un nuevo modelo, un paradigma que los alejara del lugar de víctimas y los colocara como artífices de una vida diferente que lograron construir a partir de su resiliencia. No quedaron atados a la densidad, intuyeron que podían, aún, escribir nuevas páginas.