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La vejez es un regalo, no una condena

Tiempo ha de eso no se hablaba. Una mujer, por ejemplo, jamás reconocía una cirugía plástica -de ese prejuicio deben haber nacido los supuestos beneficios del agua mineral que defendía Nacha-. Otra: las terapias de pareja. Ir al psicólogo no estaba mal visto pero de a dos ya olía a fracaso, como si no hubiera tropezones posibles. Y no hablemos de la homosexualidad, menos aún del mundo trans o del género no binario.

Las barreras cayeron y en muchos casos la situación se invirtió. La mujer adolescente que es virgen parece que no se anima a vivir (¿y si no quiere todavía?) a la vez que probar sexualidades alternativas parece un rito de pasaje en ciertos sectores. Pero hay algo inalterable que se mantiene callado, subterráneo, vergonzante: los viejos y su necesidad de una vida plena que no pase (sólo) por estar bien de salud, por ver a los hijos y nietos felices.

Es curioso, mis libros de lectura de la primaria presentaban a una abuelita de pelo blanco tejiendo en el comedor diario. Esa imagen ya no está más, los mayores son dinámicos, van al cine, se encuentran con amigos, exploran el mundo digital. ¿Pero pareja, amor, sexo? Eso sigue tan silencioso como siempre: un área de la afectividad que los viejos -al menos en público- no tienen permitido.

Hace unos años entrevisté a un ginecólogo. El tema era los controles (y la vida) después de la menopausia. Me contó una anécdota que aún me resuena. A sus pacientes mayores les pregunta sobre su sexualidad y más de una lo agradece. Una mujer sonrió y le dijo: “Doctor, hace tanto que no me preguntan eso, piensan quizás que ya no resulta posible. Y la verdad es que tengo una sexualidad bastante plena”.

Infantilizamos a los viejos, como si siempre necesitaran ayuda y un amor caritativo. Pero de lo otro, ni hablar. Es una forma de marginación: las canas no conjugan con la pareja. Cuanto mucho, una amiga del club de jubilados. Y no, no es la verdad. Anna Freixas, española, autora de “Yo, vieja” asegura que el siglo XX nos ha regalado 30 años extras de vida y es el momento de tomarlos no como una condena, sino como un logro. Tiene razón, es momento de empezar.