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Nuestro "otro yo" que nos marca el camino

Fue un adelantado. Se llamaba Marshall McLuhan y estudiaba los medios de comunicación en los años 60 cuando las nuevas tecnologías se limitaban a la televisión o a la radio FM. Pero también a la cantidad de maquinaria que se incorporaba a la vida cotidiana, desde la masificación del automóvil al lavarropas. Aseguraba que los medios empezaban a ser extensiones del ser humano y que se debían profundizar las impensadas formas de relación que imponía la tecnología. Que ahí radicaba el cambio. Yo lo analicé mucho en la Universidad aunque una serie de anteojeras ideológicas nos impedían apreciarlo. Los críticos decían que al hacer hincapié en el medio y sus funciones más que en el contenido de los mensajes, dejaba de lado los valores y la ética que se transmitían.

Pero no pasaba por ahí la cosa, él miraba otra dimensión. Quizás el mensaje del medio “televisión” es que los chicos ya no juegan en la calle sino que sobreviven sentados frente al receptor. El auto como extensión nos habla de un cuerpo que no necesita medir distancias en escala humana sino de tiempo. Vivir a una hora del trabajo puede ser vivir a 100 kilómetros, con todo el desorden urbano y de ecosistema que se crea. Esa era su reflexión.

¿Qué pensaría hoy del celular? Desde su perspectiva -me atrevo a intuir- tendría un doble efecto de prolongación del yo y de control vital. Lo primero: sin el móvil estamos huérfanos. Ya no sabemos de memoria un número telefónico, ni mirar un mapa que no nos hable. En el celular leemos nuestros libros, agendamos actividades, establecemos amistades y affaires. No lo hacemos de manera inteligente: sólo requerimos el servicio y nos es dado. Con la colaboración de Alexa y de Siri, o no, las órdenes se cumplen. Pero el día que el celular se rebele, volvemos a las cavernas.

Esas tareas no parecen gratuitas. La paga pasa por la monitorización constante de nuestra vida: recorridos, consumos, rutinas, vínculos, horas de sueño y hasta el ritmo cardíaca. El celular es nuestro gemelo y nuestro gendarme: completo, eficiente y sabelotodo. Lástima que a veces se vuelva un poco denso, algo así como un Gran Hermano en el bolsillo.