Argentina
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Sacando conejos de la galera

Los "logros" del equipo económico liderado por Sergio Massa se cuentan más por lo que no pasó, que por lo que sí sucedió. Es decir, hasta el momento el ministro busca medir su éxito por los nubarrones de tormenta que logró eludir, aunque el país siga navegando por aguas peligrosas y dañinas. La inflación del 2022 cerró en 94,8%, el registro más alto en 32 años, pero la lectura es otra: el desenlace podría haber sido mucho peor si no se lograba detener la dinámica de hiper-aceleración inflacionaria que se había desatado a mediados de año. De hecho, el pánico que transitaba por los pasillos de la Casa Rosada por aquellos días derivó en la decisión de girar de forma pragmática y ungirlo a Massa con el poder de un "superministro". Solo mirando con este prisma es que se puede celebrar una inflación mensual del 5%.

Sin embargo, la limitación de esta estrategia de conformismo e improvisación obliga a Massa a sacar constantemente conejos de la galera (como el dólar soja o el acuerdo con China para que el swap pase a ser de "libre disponibilidad"). El problema parece ser que cada nuevo truco tiene rendimientos marginales decrecientes. Los últimos dos conejos han sido la recompra de deuda por u$s 1.000 millones y el lanzamiento de una moneda común entre Argentina y Brasil para el comercio bilateral. La recompra de deuda tenía como objetivo revertir el recalentamiento que en los últimos días había mostrado la cotización del dólar CCL y reducir el Riesgo País (que ya venía cayendo antes del anuncio). Pero los resultados fueron muy acotados o prácticamente nulos. El anunció tuvo efectos realmente positivos solo durante 48 horas, luego de eso el Riesgo País volvió a superar los 1800 puntos y los dólares siguieron su recorrido alcista (hoy el CCL se ubica en torno a los $360).

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Respecto a la moneda común entre Argentina y Brasil, para medir su efectividad habrá que esperar a que efectivamente entre en funcionamiento. Al margen de la flamante moneda "Sur", su lanzamiento se dio en el marco de una serie de anuncios más amplios tras la visita de Lula da Silva por la cumbre de la CELAC. Esto incluye una línea de financiamiento por un año para las importaciones que llegan desde Brasil. Se trata de una buena noticia en un contexto en el cual los mercados financieros están cerrados para nuestro país, pero será un pasivo que el gobierno actual le deje a la próxima gestión (desendeudamiento por un lado y endeudamiento por el otro). Massa espera que este conejo le permita ganar tiempo y acumular algo más de dólares para las raquíticas reservas del Banco Central. Si este año las importaciones brasileñas son financiadas por el propio país vecino y si, además, la cuenta de energía se reduce gracias a la finalización del gasoducto Néstor Kirchner, el superávit comercial podría crecer, al menos eso es lo que espera Massa. De todas formas, habrá que ver como la seguía afecta la liquidación de la cosecha gruesa en el primer semestre. Las lluvias recientes trajeron algo de alivio. Ese conejo vino del cielo.

¿Esto es todo lo que tiene pensado hacer Sergio Massa? Una política económica que a duras penas se dedica a celebrar los desastres evitados, poniendo el foco en que no estamos bien, pero podríamos estar peor, no permite ganar elecciones. El mérito de haber evitado un descalabro no alcanza para afrontar el desafío electoral con chances, ya no hablemos de ganar, sino de al menos forzar una segunda vuelta o lograr un equilibrio de poder en el próximo Congreso. Por eso es que la incógnita sigue siendo la misma: ¿hay chances que el próximo conejo que Massa saque de la galera sea un plan antiinflacionario más ambicioso o se conformará con esta realidad sostenible pero penosa y derrotista? Y la pregunta política que sigue dando vueltas desde el momento en que fue designado ministro: ¿hasta dónde es capaz de llegar el giro pragmático del gobierno?

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Las declaraciones del presidente Alberto Fernández, asegurando que "parte de la inflación argentina es autoconstruida y está en la cabeza de la gente", parecen dar muestras de que el marco conceptual del gobierno es otro, muy alejando de la posibilidad de implementar un plan macro que se proponga enfrentar el problema seriamente. Sin embargo, también hay que considerar cuál es, en el actual esquema de poder, el valor de la palabra presidencial. De hecho, en marzo de 2022 el mismo presidente que hoy habla de la inflación como un fenómeno psicológico le había declarado la guerra: una contienda que claramente Argentina perdió, en realidad nunca se lanzó al campo de batalla. Lo cierto es que el mandatario ocupa hoy un lugar muy marginal en términos de política pública y, más aún, en la gestión económica. No es allí donde hay que buscar indicios de lo que puede ocurrir.

Massa prometió que en abril la inflación mensual se ubicará en torno al 3%. Un número que parecería extremadamente alto para cualquier economía del mundo (exceptuando la venezolana), pero que sin embargo no será tan fácil de alcanzar con las herramientas actuales. En diciembre, la variación mensual del indicador de precios al consumidor fue prácticamente igual a noviembre (5%), sin embargo, la variación mensual del indicador de precios mayoristas estuvo por encima (6,1%) lo que da cuenta de una dinámica que aún no cede. El aumento de los dólares paralelos y de la nafta durante enero podría complicar más las cosas. Si para abril Massa no logra cumplir con su pronóstico, en un escenario en que además el crecimiento comienza a mostrar signos de desaceleración, los incentivos para intentar una patriada serán para mayores. En el escenario actual difícilmente pueda erigirse, tal como pretende, en el candidato incuestionable para el oficialismo y competitivo frente a la oposición. ¿Cuál será su último conejo, aquel que pueda convertirse en su eventual bandera electoral?

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