Venezuela
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La barbarie como fórmula política

A principios de este año, Lula da Silva asumió la presidencia de Brasil, en una senda que se abre en nuestra América, de cara a una nueva etapa de lo que se ha convenido en llamar el progresismo, como alternativa a esos gobiernos subordinados a los intereses estadounidenses. Sin que pasara un mes siquiera, asistimos atónitos a los eventos en Brasilia, la capital del gigante del sur, donde observamos a miles de personas que asaltan edificios públicos y vandalizan lo que encuentran en su camino. No llegaron de pronto, sino que tenían días en una manifestación que busca posicionar un desconocimiento a los resultados electorales, aupado con el silencio del ex presidente Bolsonaro.

La respuesta del gobierno federal ha sido rápida y proporcional, lo que permitió sofocar los actos de vandalismo y saqueos; a la par comienzan las investigaciones, que de manera preliminar ya han provocado algunos ceses de funciones de personeros vinculados con el orden público. Las reacciones en el hemisferio son menos estridentes que en otras oportunidades, pues que se afecte un gobierno progresista no genera mucho interés mediático de las empresas de comunicación. Los gobiernos de Venezuela, Cuba, Nicaragua,principalmente, han denunciado el carácter conspirativo de los eventos y el propósito de defenestrar el reciente mandato de Lula.

A la luz de estos recientes acontecimientos, se puede deducir que parte importante de la derecha latinoamericana retrocede aún más y asume la barbarie como fórmula política frente a los fracasos en las elecciones, donde sus candidatos y candidatas no logran conectarse con la mayoría de la población votante. Frente a los avances en términos democráticos en la región, la derecha asume una posición arrogante con la cual pretende despojar de la soberanía a los pueblos, pues consideran que estos eligen mal, cuando no les escogen; y deben enmendar esa equivocación con el garrote.

Ante estos y otros acontecimientos del mismo talante, hay que hacer un frente común y sólido en nuestra América, pues no solo nuestros gobiernos progresistas deben reaccionar, también lo deben hacer nuestros pueblos y sus organizaciones, y expresar nuestra solidaridad de múltiples formas, en defensa de nuestros logros en democracia.