Enviado por Luis Otero. Ingeniero forestal MSc. Autor del libro “La huella del fuego. Historia del paisaje y los incendios en el sur de Chile” (2006, editorial Pehuén).
Señor director: El gobierno quiere derogar el DL 701 de plantaciones forestales, porque lo considera un símbolo de la dictadura [ver columna previa en CIPER del director ejecutivo de CONAF]. Pero esto es parcialmente cierto y engañoso.
Todos los gobiernos —incluyendo los de Eduardo Freí Montalva, Salvador Allende y la propia dictadura— tenían como meta reforestar el país para terminar con la feroz erosión de suelos que dejó un siglo de incendios forestales y exportación triguera, hasta mediados del siglo XX. Chile llegó a tener el mayor molino de trigo del mundo, cerca de Constitución, y quemamos alrededor del cincuenta por ciento de nuestros bosques nativos para sembrar cereales (7 millones de ha).
Es cierto que con el DL 701 se plantaron cerca de 3 millones de ha y que se sustituyeron cerca de 300 mil ha de bosques nativos, y que esas plantaciones favorecieron principalmente a la gran empresa, convirtiendo a Chile en la segunda potencia forestal de América latina. El sector hoy da empleo directo e indirecto a cerca de 600 mil personas y exporta 6 mil millones de dólares. También es cierto que las plantaciones generaron numerosos problemas ambientales de tipo hídrico, de biodiversidad e incendios, en gran parte debido a problemas de mal manejo técnico.
Pero las plantaciones terminaron con la presión de corta sobre los bosques nativos, y hoy somos de los pocos países del mundo donde los bosques aumentan y no disminuyen, según la FAO (ONU). Para cambiar el sector forestal ni siquiera se requiere derogar el 701; bastan los reglamentos y los Planes de Manejo para terminar con las plantaciones extensas y monocultivos.
Con los Planes de Manejo establecidos en el 701 se puede obligar a los grandes empresas a realizar cosechas de baja escala, para proteger las cuencas y crear un paisaje en mosaicos, con al menos tres especies y usos agro y silvo pastorales diversos, de acuerdo a la aptitud de los suelos, favoreciendo a las comunidades locales. La misma CONAF se puede transformar sin derogar el 701, reconvirtiéndose en una organización de extensión y educación, con sus más de mil funcionarios (muchos, en Santiago). Cada funcionario podría tener responsabilidades territoriales y de extensión educativa, tal como se hace en Europa.
Echarle toda la culpa al 701 es solo una excusa y además una ingenuidad, ya que el país no solo se arregla cambiando leyes, sino la forma de hacer las cosas y, en definitiva, cambiando la propia cultura.