Acuerdo político, pacto social y plan de estabilización
Ni la dolarización ni las reformas regresivas atienden una de las principales preocupaciones de la sociedad: el alza persistente de precios, en especial los del sensible rubro de alimentos y bebidas. Claves de un plan para derrumbar la tasa de inflación. La experiencia latinoamericana y el caso israelí. Milei es Mr.Chance.
No existe ninguna medida mágica que permita estabilizar la economía, que no es otra cosa que lograr una desaceleración importante y permanente de la tasa de inflación. Quienes se ilusionan con la dolarización como pócima fantástica se desilusionarán, puesto que puede funcionar en exposiciones teóricas pero es impracticable en las actuales condiciones.
Pese a que la principal fuente de presión en los precios proviene del mercado cambiario, gran parte del debate público respecto a qué debe encarar el próximo gobierno como objetivo inmediato refiere a qué hacer con el denominado cepo.
Algunos postulan eliminarlo sin importar consecuencias y otros, flexibilizar sin especificar de dónde conseguirán más dólares para poder hacerlo. Una u otra opción implica una fuerte devaluación del tipo de cambio oficial. Se plantea de este modo el absurdo de ofrecer al electorado, agobiado por los aumentos de precios, propuestas que consisten en provocar mucha más inflación.
La oferta de reformas estructurales que supuestamente ordenaría la economía y, por lo tanto, permitiría reducir la inflación por la generación de confianza de los empresarios, es otra de las fantasías del mundo conservador. Este proyecto, en realidad, busca entregar beneficios (privatizaciones, flexibilización laboral) a grupos de poder detrás de la promesa de bajar la inflación.
Ni la dolarización ni las reformas regresivas atienden una de las principales preocupaciones de la sociedad: el alza persistente de precios, en especial los del sensible rubro de alimentos y bebidas. No hay mucho misterio acerca de qué hacer para abordar un régimen de alta inflación. Existen un par de experiencias propias y varias en otros países que tuvieron el mismo desafío: diseñar un plan de estabilización, cuyo éxito no está asegurado pero, hasta ahora, es lo único que el saber económico puede ofrecer.
Qué pasó con el Plan Austral
El plan de estabilización más lejano desde la recuperación de la democracia fue el Plan Austral, presentado en forma sorpresiva por el entonces ministro de Economía Juan Sourrouille. Fue un éxito inmediato contra la inflación, pero duró muy poco.
La economía funcionaba con cláusulas de indexación generalizadas, desmonetización, sin un mercado de capitales local para conseguir financiamiento y una elevada incertidumbre política, económica e institucional.
La tasa de inflación navegaba a un ritmo de 25% mensual. El 14 de junio de 1985 el Presidente Raúl Alfonsín anunció junto a Sourrouille el programa económico. Se congelaron precios, salarios, tarifas y tipo de cambio, previo ajuste al alza de cada una de esas variables con distintos porcentajes. Se creó una nueva moneda: el Austral.
Uno de los puntos novedosos fue la estrategia para desacelerar la inercia inflacionaria por la expectativa de alzas crecientes de precios. Se presentó la tablita de “desagio”, una herramienta para desindexar los precios. El principio era si los valores que se pactaron para fechas próximas tienen implícita la inflación futura, y si esos aumentos iban a bajar en forma significativa había que redefinir esos valores.
Al principio este esquema funcionó. La tasa de inflación durante los primeros nueve meses fue en promedio 2,5% mensual. Pero desde marzo de 1986 comenzó a subir con el paulatino descongelamiento de precios, para terminar en un rápido fracaso porque ni un año duró el período de estabilidad.
Otro caso: el Plan de Convertibilidad
El terreno para lanzar el Plan de Convertibilidad fue preparado a partir de una segunda hiperinflación devastadora y una confiscación de depósitos con el Plan Bonex. La desmonetización de la economía era elevadísima por estos dos eventos. Esto facilitó al gobierno de Carlos Menem y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, a presentar también en forma sorpresiva un plan de estabilización con un factor determinante: la fijación del tipo de cambio con una paridad 1 a 1 con el dólar.
Era un tradicional plan para frenar los aumentos de precios: anclar una variable macroeconómica clave (el tipo de cambio) que influye en la determinación del resto.
En este plan, al igual que con el Austral, se modificó la moneda (el peso sustituyó al austral). Hubo un alza de precios posterior al lanzamiento del programa, para luego ingresar en un prolongado período de estabilidad. El freno a los precios fue utilizado para acelerar reformas regresivas de la administración Menem: apertura comercial y financiera, flexibilización, desregulación, privatizaciones.
El lapso exitoso se puede ubicar hasta 1995, cuando estalló la crisis internacional mexicana, conocida como Efecto Tequila. Desde entonces, extender la paridad fija sólo fue acumulando tensiones sociolaborales, con una tasa de inflación controlada, hasta desembocar en el dramático estallido de 2001.
¿Y ahora qué hacer?
Las dos experiencias de planes de estabilización revelan que definir qué hacer con el tipo de cambio es fundamental, tanto para frenar el alza de precios como para precipitar una corrida inflacionaria.
Otra enseñanza es que esos planes tienen influencia inmediata en los resultados electorales: Alfonsín ganó la elección de medio término de 1985 y Menem, la legislativa de 1993 y la reelección de 1995.
Ahora, en un eventual plan de estabilización, serviría para que el gobierno que surja de las urnas el 22 de octubre o el 19 de noviembre próximo pueda ampliar su base política sin una elección próxima. Este programa deberá está muy ligado a lograr una recuperación del salario real si también pretende descomprimir la situación sociolaboral.
Con una tasa de inflación anual de tres dígitos está demostrado que las paritarias no son efectivas para incrementar el poder adquisitivo de los salarios, aunque sí para pelear punto a punto para no retroceder. Para aumentar los salarios en términos reales la clave, en un contexto de alta inflación, no es solamente subir el salario nominal sino bajar fuerte la inflación.
Para que un plan de estabilización sea exitoso tiene que desacelerarse rápido la tasa de inflación, y además el nivel general de precios se tiene que mantener bajo en el tiempo sin generar profundas distorsiones en el resto de las variables.
Los dos casos mencionados, cada uno con sus particularidades y desenlaces traumáticos, no pudieron conseguir el objetivo de perdurar. Para evitar discusiones inconducentes con fundamentalistas del cavallismo, hoy reencarnados en los dolarizadores libertarios y en la dupla Bullrich-Melconian financiada por la Fundación Mediterránea, en los mismos momentos de lanzamiento de ambos programas antiinflacionarios en Argentina, en Brasil también se instrumentaron los planes Cruzado y Real.
Uno fracasó, como el Austral, y el otro fue exitoso. Desde entonces, la tasa de inflación brasileña es baja y estable. El elemento distintivo fue el descongelamiento de la paridad cambiaria del real a partir de 1995, en el mismo año que el matrimonio Menem-Cavallo abrazó con más fuerza la convertibilidad.
Dos factores se deben incorporar en el diseño de un plan de estabilización: poder político que, en la actualidad, sólo es viable con un amplio acuerdo y pacto social; y apoyo externo, que hoy no se reflejaría en un flujo de dólares financieros positivo, sino en la posibilidad de una refinanciación de los vencimientos de deuda para aliviar la presión sobre el sector externo.
¿Cuáles son las políticas económicas importantes de un plan de estabilización?
Un informe de hace varios meses de la consultora PxQ de Emmanuel Álvarez Agis responde este interrogante de la siguiente manera:
1. Las clásicas políticas de corte ortodoxo de reducción de la inflación: política fiscal contractiva para reducir el déficit fiscal y la necesidad de emisión monetaria; política monetaria contractiva para apuntalar la demanda de moneda doméstica a través de una suba de la tasa de interés local; y política cambiaria para depreciar la moneda en el caso de que se evalúe que el tipo de cambio es un factor de desequilibrio del mercado cambiario y del mercado de bienes.
2. Las políticas económicas heterodoxas, que son las que generalmente le dan nombre al plan de estabilización. Este tipo de políticas es la razón por la cual se recuerda el plan. El “desagio” del Austral o el tipo de cambio fijo 1 a 1 de la Convertibilidad serían ejemplos de este tipo de herramientas. Estas políticas tienen el mismo objetivo: acelerar la convergencia de la tasa de inflación para evitar que la inercia inflacionaria desalinee los precios relativos y genere una crisis económica que tenga lugar antes de que las políticas económicas clásicas (fiscal, monetaria y cambiaria) logren efectos.
3. El "equilibrio" de los precios relativos de los bienes, de los servicios y del salario, incluyendo el tipo de cambio real. Esto último es lo más complejo de determinar porque aquí interviene el sesgo político-ideológico del hacedor del plan de estabilización. Determinar cuál es el precio de los bienes que el productor considera adecuado para la rentabilidad esperada; cuál es el nivel de tarifas necesario para garantizar inversiones para mejorar la calidad y la expansión del servicio, al tiempo de no ahogar el presupuesto de los hogares, comercios y pymes; cuál es el monto del salario indispensable para garantizar un nivel digno de consumo familiar dinamizador del mercado interno y del empleo; y, finalmente, cuál es la cotización del tipo de cambio oficial que no provoque disrupciones en el frente externo ni que actúe como motor de expectativas de devaluación.
Las 16 claves de un plan de estabilización
Gabriel Palazzo, Martín Rapetti y Joaquín Waldman escribieron el documento "Planes de estabilización: evidencia de América Latina", del centro de análisis económico Equilibra. Con una amplia base de datos de 46 planes de estabilización en 13 países de América latina entre 1970-2020, con resultados que han calificado "fracasos", "éxitos transitorios" y "éxitos perdurables", han concluido en los siguientes 16 puntos básicos:
1. Los planes han fallado en estabilizar con mucha frecuencia.
2. Los planes con éxito duradero logran estabilizar el tipo de cambio nominal.
3. El tipo de cambio nominal opera como ancla, desacelerándose más rápido que los precios.
4. El tipo de cambio nominal es el ancla instrumental que más se ha utilizado.
5. El tipo de cambio nominal funciona como ancla de facto aunque no sea el ancla instrumental que se adopta en el plan.
6. La preexistencia de mercados cambiarios paralelos no ha impedido la estabilización.
7. Los planes exitosos parten de situaciones más robustas de la cuenta corriente.
8. Los planes exitosos parten de situaciones fiscales más robustas.
9. Los planes exitosos están precedidos por ajustes de las cuentas externas y fiscales.
10. Los países tienden a corregir precios relativos antes de lanzar un plan.
11. Las estabilizaciones perdurables mantienen equilibradas las cuentas fiscales después del lanzamiento del plan.
12. Existen elementos fortuitos, ajenos al plan, que contribuyen al éxito o fracaso.
13. La estabilización recupera el crecimiento.
14. La estabilización empeora el resultado de la cuenta corriente.
15. Las estabilizaciones transitorias son interrumpidas por saltos cambiarios.
16. Muchas estabilizaciones terminan en crisis cambiarias, financieras y de deuda soberana.
El precio del dólar determina qué pasa con la inflación pese a lo que diga Mr.Chance
En base a esta investigación y a la experiencia de la economía bimonetaria argentina, la evidencia es abrumadora sobre la relevancia del tipo de cambio para estabilizar y del impacto de sus movimientos sobre los precios. Javier Milei dice sin embargo que una devaluación no genera inflación. Es tal este desvarío que resulta asombroso escuchar a quienes salen a explicar este personaje mediático, parido como político con posibilidades de ser Presidente en medios de comunicación de Eduardo Eurnekián, como una persona un poco desequilibrada pero de buenas intenciones y sólida teóricamente.
Cuando las intenciones pueden generar un desquicio económico y social monumental es exageradamente indulgente definirlo de este modo.
Cualquiera que se toma el mínimo esfuerzo de analizar sus referencias de autores y teorías llegará a la misma conclusión: dice cualquier cosa, sin entender siquiera los postulados y conclusiones de las teorías que menciona. Quienes lo escuchan no entienden nada pero suponen que sabe porque nombra economistas, teoremas y principios.
Milei se parece así a Mr.Chance de la novela Desde el jardín, de Jerzy Kosinski. El personaje principal es una persona que ha vivido apartado del mundo toda su vida y que un día, con la muerte del dueño de la casa en la que cuidaba las plantas y flores, por un evento fortuito llega a captar la atención del poder político, económico y mediático. Él contesta con lo único que sabe: conocimientos de jardinería y quienes lo escuchan piensan que son ideas brillantes para aplicar en la gestión de gobierno. En realidad, es lo que desean que sea sin importar los disparates que dice.
El acuerdo político primero, luego viene el plan económico
Un factor no incluido por los economistas en las claves de un plan de estabilización es la necesidad de consenso político y de un acuerdo social para que las medidas a implementar puedan llevarse adelante. Como no existe una solución mágica para bajar la inflación, no hay programa con posibilidad de éxito sin una base política consistente para sostenerlo.
Un caso exitoso de estabilización fue el israelí, en 1985, coincidente con el Plan Austral. Con el beneficio extraordinario de un flujo de dólares constante y una alianza geopolítica con la potencia mundial, el acuerdo político del oficialismo con la oposición (el Likud de derecha y el laborismo de centroizquierda) y el pacto social entre el sindicalismo (la central obrera Histadrut) y el mundo empresarial, el plan económico para bajar la inflación (casi 450% anual) pudo desplegarse con amplitud hasta bajarla a niveles del 20% anual.
Se combinaron políticas ortodoxas, como la reducción del déficit fiscal y políticas monetarias contractivas, con un shock de tipo heterodoxo que consistió en el congelamiento simultáneo de precios y salarios, junto con una política de tipo de cambio fijo. Estas políticas fueron acompañadas por una ayuda de emergencia de parte del gobierno de Estados Unidos y la concertación entre empresarios, trabajadores y el gobierno.
La tasa de inflación bajó al 20% anual a principios de 1986, continuando con su descenso hasta llegar al 0% en el año 2000. Esta baja abrupta en los niveles inflacionarios se logró con un mínimo aumento en el desempleo y sin una recesión grave.
La principal enseñanza de esta experiencia no refiere a los instrumentos de política económica, en los cuales existe bastante consenso, sino en la definición de un acuerdo político y pacto social como condición previa e imprescindible para respaldar el plan de estabilización.