Argentina
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"La Argentina no existe" y otras frases resonantes de Alain Touraine

El 2 de junio de 1997, la senadora Graciela Fernández Meijide aterrizaba en París. La esperaba una agenda sin respiro, su figura despertaba simpatía y admiración en la política francesa. Un encuentro clave de esa breve gira fue una merienda en el barrio Saint Germain des Prés con el sociólogo francés Alain Touraine.

El tono de la conversación era muy amable y políticamente correcto hasta que el pensador de origen socialista la sorprendió al elogiar el Pacto de Olivos, algo que al Frepaso lo tenía de muy mal humor porque ese acuerdo permitió la reelección de Carlos Menem.

Touraine sostuvo que la situación argentina era "difícil y que ese acuerdo había ayudado a reconstruir el sistema político argentino". Los vínculos de admiración mutua continuaron entre ambos y también con los dirigentes del partido que iban a formalizar la Alianza en 1999, entre ellos, Chacho Álvarez, conocedor de la obra del francés. La política latinoamericana en general, y la argentina en particular, eran temas de estudio y análisis del hombre que murió este viernes a los 97 años de edad.

Alain Touraine ha sido respetado y valorado como uno de los sociólogos que compartió cartel como intelectual influyente del siglo XX con Zygmunt Bauman. Foto AFP
Alain Touraine ha sido respetado y valorado como uno de los sociólogos que compartió cartel como intelectual influyente del siglo XX con Zygmunt Bauman. Foto AFP

Alain Touraine ha sido respetado y valorado como uno de los sociólogos que compartió cartel como intelectual influyente del siglo XX con Zygmunt Bauman, con quien –no casualmente– compartió el premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y Humanidades en 2010.

Touraine nació en la ciudad de Hermanville-sur-Mer, en 1925, estudió Letras y Sociología y se dedicó analizar la sociedad del trabajo y la conciencia laboral. Su tesis de doctorado, se basaba en un trabajo de campo realizado con los operarios de Renault. De hecho, compartió tiempos laborales con los trabajadores.

El impacto de Mayo del 68, los movimientos revolucionarios latinoamericanos y las dictaduras militares de este continente siempre lo tuvieron como un observador atento y cercano. Con Gino Germani escribió América del Sur: un proletariado nuevo; y es autor de libros fundamentales como La sociedad postindustrial; Crítica de la modernidad; Podremos vivir juntos?: iguales y diferentes; ¿Cómo salir del liberalismo?; entre muchos otros.

Alain Touraine obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y Humanidades en 2010.
Alain Touraine obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y Humanidades en 2010.

Se graduó en Historia en 1950 en la Escuela Superior de París y completó sus estudios en las universidades Rockefeller y Harvard. En 1956, fundó el Centro de Investigación para la Sociología del Trabajo en la Universidad de Chile y, en 1958, el Taller de Sociología Industrial de París.

Dos años después se doctoró en Letras y fue profesor de Literatura en la Universidad de París-Nanterre. También fundó el Centro de Análisis de Intervención Sociológica y fue director de Estudios de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París.

Su influencia en la Argentina

En nuestro país tuvo interlocutores variados como Francisco Delich, quien publicaba sus artículos en la revista Crítica y Utopía, o Juan Carlos Portantiero, uno de los directores de La Ciudad Futura.

También fue un frecuente colaborador de las secciones Opinión, Zona y Ñ del diario Clarín.

Raúl Alfonsín leyó sus obras, lo recibió cuando era presidente y también en tiempos del menemismo y de la Alianza.

Uno de sus libros clave es El postsocialismo, escrito en 1980, donde demuestra su simpatía con la izquierda y su distancia del marxismo. El libro denunciaba cómo el socialismo tradicional se había alejado de la realidad de los obreros y los movimientos sociales.

Le gustaba estar cerca de los hechos. El 12 de marzo de 2001, los comandantes zapatistas aparecieron en una cancha de fútbol de la Universidad Autónoma de México. Allí los esperaba un grupo de intelectuales como el Nobel José Saramago, Alain Touraine, el escritor español Manuel Vázquez Montalbán, los mexicanos Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis, entre otros.

Todos sentados entre el subcomandante Marcos y los 23 comandantes que lo acompañan. Entonces reflexionó: "Vi decenas de movimientos y revoluciones de cerca. Tengo una vida estudiando estos fenómenos. Pero sólo me conmoví dos veces. La primera fue con el Movimiento Solidaridad en Polonia. La segunda es ésta, con la lucha de los zapatistas".

"Crítica de la modernidad", de Alain Touraine, editado por el FCE ($5.700).
"Crítica de la modernidad", de Alain Touraine, editado por el FCE ($5.700).

Aunque había dado un voto de confianza al gobierno de Carlos Menem, a mediados de los '90 exponía su desacuerdo de raíz con la ola neoliberal que recorría el mundo. En agosto de 1997 sostenía lo siguiente: “En América latina, la situación es aún más extrema: en todas partes hay un flujo de capitales extranjeros, en particular en México, en Argentina y en Chile, mientras que el crecimiento se recuperó vigorosamente después de las destrucciones causadas por el Efecto Tequila. Y, sin embargo, la fragilidad política es visible en todas partes. Sobre todo en México, en Colombia y en Venezuela, pero también en Brasil, donde la ausencia de partidos disciplinados obliga al presidente a largas negociaciones para que el Parlamento adopte sus propuestas. También en la Argentina, donde el futuro sigue siendo incierto, aunque asistamos a la reconstrucción de partidos y de alianzas políticas”.

Dar definiciones resonantes y polémicas era parte de su personalidad. Fue un viajero frecuente hacia nuestra región y siempre hacía escala en Buenos Aires. Compartió paneles y debates con políticos y académicos argentinos. En octubre de 2002, en la Biblioteca Nacional, ante centenares de asistentes, señaló: "El pensamiento único ha pretendido ser la visión predeterminante de la historia y se expresó desde el liberalismo económico. La globalización es una ideología y está acabada". En el 2002, en plena crisis, visitó a Duhalde y habló en la Casa Rosada sobre los modos de garantizar la gobernabilidad.

En julio de 2002, Touraine había dado otra certeza provocadora. Dijo: “La Argentina no existe”. Por supuesto que hubo revuelo. Lo llamé desde Clarín y explicó: “Cuando dije que la Argentina no existía, del mismo modo que oí decir a Felipe González que España ya no existía más, quise decir que el marco nacional ya no es autosuficiente, que lo esencial de las decisiones se toma afuera. Sería absolutamente ridículo pensar que los problemas de la Argentina nacen únicamente allí. Naturalmente, no estoy diciendo de ninguna manera que los argentinos no puedan hacer nada por resolverlos. He escrito muchas veces lo contrario, me lo reprocharon incluso, cuando trataba de demostrar que la Argentina había desaprovechado oportunidades históricas de convertirse en una sociedad de producción moderna, cuando la calidad de la educación y el nivel cultural de los argentinos, pero los argentinos rara vez actuaron en función de la Argentina y es lo que hace que muchas veces, los emigrados recientes, se distribuyeran con bastante facilidad en el mundo que aprecia su nivel de formación”.

“Hay que pensar de nuevo nuestro mundo, nuestra vida personal y nuestra vida colectiva”, dijo en 2010 cuando se enteró que había ganado, junto al también sociólogo Zygmunt Bauman, el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010, uno de los más importantes de habla hispana.

Fue entonces que se hizo un tiempo para responder a Clarín Cultura no solo la importancia del premio, también sobre el humanismo en el siglo XXI. Entonces, me señaló: “Después de la muerte de Dios y de la caída de las monarquías absolutas, se ha desarrollado lo que Weber llamó la secularización, es decir la desaparición de cualquier principio supra social de definición y legitimación del Bien y del Mal. Triunfó la racionalidad instrumental y, más que nada, en el presente, el mercado y el consumo construido por los mismos mercados. Ahora bien, el acuerdo con la palabra de Dios, con la tradición de la tribu, o con las necesidades del sistema social ha sido reemplazado por la capacidad de cada individuo humano de recibir derechos por parte del sujeto que está en él; que tiene un carácter universal y que considera como su enemigo todas las fuerzas que intentan eliminar la capacidad de los seres humanos de construir su experiencia de vida de tal manera que tengan la experiencia concreta de su libertad, de su igualdad con los demás y de sus derechos”.

Hace cuatro años, el diario Libération organizó una reunión cumbre entre Touraine (entonces de 94 años) y su amigo el pensador y también sociólogo Edgar Morin (de 97, y hoy de 101 años). “Nunca tendremos un mundo normal hasta que ocho de cada diez personas sean iguales. Antes que cualquier otra cosa, incluso los problemas ecológicos cruciales, nuestra humanidad debe reconocerse como una unidad, un conjunto de seres iguales y libres”, concluyó.

Con Touraine se termina una era de pensadores interesados en los grandes temas, procesos de cambio como el mundo del trabajo, la globalización, las transformaciones de paradigmas políticos, económicos, sociales, culturales y de época. Esa mirada abarcadora, contextualizadora y conflictiva es la que tanto seducía a políticos y académicos argentinos y que hoy escasea y se vuelve tan necesaria.

PC