Desde las protestas periódicas contra el golpe de Estado en Chile, que se profundizaron con la crisis económica de 1982, el documentalista Pablo Sala registró imágenes únicas de la dictadura, incluyendo el ingreso de detenidos al Estadio Nacional, que funcionó como centro de detención y tortura y ahora, en diálogo con Télam, relató el “temor” de aquellos años y la continuidad de su trabajo hasta el estallido social de 2019, donde los jóvenes “ya no tenían miedo”.
El fotógrafo, productor y director de documentales, al que algunos de sus colegas catalogaron de “suicida” por su forma de filmar protestas en contextos de represión, en dictadura y democracia, sigue registrando la historia moderna de un Chile al que define como un país “bipolar”.
Pese a no haber militado en ningún partido, sus padres colaboraban con sacerdotes que ayudaban a asilar perseguidos en la dictadura y desde los 15 años empezó su activismo pintando una X con una línea en la parte inferior que significaba "Viva Allende".
La dictadura "cortó todo" y "no dejó nada" en sus años de juventud, lo que lo empujó a colaborar de forma incipiente en el grupo Ictus, que hacía humor crítico contra el golpe y llevaban sus materiales audiovisuales a espacios como fábricas e iglesias para generar debates, pero "había miedo".
En entrevista con Télam desde el centro cultural Gabriela Mistral en Santiago de Chile, habla de las cuatro décadas que lleva registrando las protestas en Chile.
- Télam: Habiendo sido uno de los pocos documentalistas que se quedó en el país y registró la segunda década del golpe, ¿Qué piensa de las reivindicaciones de esa época que aún están vigentes?
- Pablo Sala: También hay gente que todavía reivindica a Hitler, así que siempre van a haber hijos de puta. Tenemos un país muy bipolar. Hace un año la izquierda le dio paliza a la derecha y hace un par de meses, la derecha le dio paliza a la izquierda. ¿Cómo en un año puede haber cambiado tanto? Es sumamente inestable. Y llegó (el presidente Gabriel) Boric en un momento en que la izquierda venía como avanzando muy rápido, pero para gobernar, tiene que gobernar con la derecha.
- T: A los 15 años empezó a hacer pintadas a favor de Allende, pero tres años después vino el golpe, ¿Qué hizo con toda esas expectativas que quedaron truncas?
- PS: Yo venía con inquietudes, con Allende, con la izquierda. Nunca milité en ningún partido, pero sí me fui a los trabajos voluntarios. Había mucha chacota (alboroto), había mucha libertad y en la secundaria era diferente, te obligaban a tener el pelo corto, a usar chaqueta…y lo único que quería era llegar a la universidad para ser grande, soltarme, y resulta que en la mitad es donde viene el golpe de Estado y cortó todo. No nos dejaron nada.
- T: Luego se dedicó a estudiar ingeniería, ¿Cómo llegó al video?
- PS: Era una carrera muy estricta, teníamos muchas veces que ir los sábados a la noche a dar una prueba, los lunes en la mañana entregar un informe que mientras más largo, mejor, no importaba la calidad sino la cantidad. Pero me di cuenta de que esto no iba conmigo. Mis padres colaboraban con los curas que hacían una suerte de servicio social, ayudando a los perseguidos a asilarse en las embajadas. Los militares estaban matando, torturando y quieren que yo esté las 24 horas estudiando. Ahí viene el grupo de teatro Ictus. Luego de un episodio con los militares, algunos dejaron y entonces tenían que contratar gente. Ahí entré yo, pero no tenía mucha idea. Al poco tiempo, uno de los pocos cineastas buenos que quedaban en Chile, que no fue al exilio, Silvio Caiozzi, se le ocurre hacer una película junto a José Donoso, que era un escritor que había estado también en el exilio y había vuelto y hacen una película. Empiezo a trabajar como editor y me enseñó todo, aprendí todos los secretos del montaje
- T: ¿Empezó primero con la edición y el montaje justo en la etapa de la crisis económica del 82?
- PS: Ahí la gente despertó. En Chile somos también un país de mierda, porque a los chilenos le afectó más el tema económico que el de las torturas y la violación de derechos humanos. Entonces esto hizo que la gente empezara a atreverse a salir a la calle y de alguna manera los que estaban en contra de la dictadura aprovecharon todo el descontento para manifestarse. En el fondo era salir a gritar "pan, trabajo, justicia y libertad". Pero claro, aparecía un policía y la gente seguía caminando como si fuera al trabajo. Había miedo. En el 83 empezó a haber marchas todos los días 11 porque se pensaba que en septiembre, a 10 años de dictadura, se iba a terminar.
- T: En esa época empezó a trabajar con la prensa extranjera...
- PS: Sí, venían los italianos, alemanes y gringos y me dejaban su cinta porque volvían a sus países y no les servían las cintas allá. Me empecé a quedar con un montón de material. En el 83 un director me dio un módulo (de video) con distintas manifestaciones, la copié y lo tiré (difundí) a la pelea inmediatamente. Pero en septiembre hubo una gran toma de terreno -acá casi todas las villas miserias son producto de una toma de terreno. Los reprimieron mucho. Fui a filmar e hice como el primer documental.
- T: ¿Cómo fue que llegó a filmar a los detenidos en el Estadio Nacional?
- PS: Fue un día en noviembre del 86. Había tantas manifestaciones que Pinochet sacó los milicos a la calle. Esa noche murieron unas 36 personas. Y los militares allanaron la población del barrio La victoria, que era un lugar con mucha organización gracias a un cura francés que se llama Pierre Dubois, que incluso a veces se paraba frente a la policía para que no tiraran gases, y ahí estaban comunistas, cristianos, la comunidad de base, todos se reunían alrededor del cura, como también pasó en otros barrios. Ese día allanaron la población que era de unas 50 o 70 mil personas, la rodearon, se llevaron a todos los hombres entre 15 y 70 años presos. Yo llegué en la mañana, cuando se estaban yendo los militares y ahí marcando las casas que habían allanado, casi como los nazis. Filmamos un poco y nos fuimos. Después un amigo me dice que los llevaron a un estadio y fuimos.
- T: ¿Cómo filmaron ese momento?
- PS: Hay un edificio al lado que se ve el estadio. Llegamos con la cámara medio escondida, tiramos la cámara y había una ventana entre el tercer y cuarto piso sin vidrio, pero como con un nailon con un agujero y pusimos la cámara ahí. Era aterrorizante, porque era ver un campo de concentración.
- T: ¿Y después qué hizo con ese material?
- PS: Fue quedando ahí. A alguien se lo pasé. Yo siempre he distribuido todo mi material, sobre todo en esa época. Afuera se sabía lo que pasaba en Chile, por eso yo filmaba para que los chilenos pudieran ver lo que no vieron por la censura.
- T: Ya en democracia, ¿Cómo fue filmar el estallido social que inició en 2019?
- PS: Es sumamente distinto. En dictadura el pánico que había era tremendo con los desaparecidos, con los torturados, con los degollados, con la gente quemada, con los exiliados, o sea, si te tomaban, el abanico de malas posibilidades que tenías era tremendo. En el mejor de los casos, solo te pegaban. Si había una marcha y veían dos policías, se subían a la vereda y no había más marcha por el miedo. Ahora es al revés, dos policías no se atreven a llegar donde hay 20 chicos porque se los comen. No tienen miedo y por eso la represión (en la calle) es más dura. La dictadura lo hacía cuando estaban detenidos, por eso, eso no está filmado.
- T: Todo su archivo de cuatro décadas de filmación, ¿no debería ser patrimonio de los chilenos?
- PS: Aquí en Chile no he tenido ninguna ayuda para digitalizarlo. Tengo más de 1.800 horas sin digitalizar, están en un sótano que se inunda. Todo el mundo me dice que es un archivo valioso, pero hasta ahí nomás.
- T: ¿Se siente un militante?
- PS: De la injusticia.