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Tributo a Natalia Cohan de Kohen

Telam SE

Desde que me enteré de su partida -Natalia nos dejó en octubre pasado- sólo pienso en ella, cómo la conocí, cómo de repente se convirtió en mi amiga más divertida y cómo me negaron volver a compartir con ella esas inolvidables y largas cenas en  Edelweiss.

Conocí a Natalia Cohan de Kohen hace tiempo porque era la frecuente compañera de Ernesto Schoo en los estrenos del San Martin o el Cervantes. Siempre arreglada, siempre elegante... Pero confieso que nunca había estado más cerca de ella que de un saludo lejano.

Pero un día todo cambió durante una cena compartida con Claudio España y Ricardo Manetti me enteré de la historia.

Las hijas de Natalia, temerosas de que "dilapidara" la fortuna familiar, la habían recluido en un sanatorio psiquiátrico. Esta internación falsa estuvo a cargo del doctor Facundo Manes quien inventó que Natalia padecía una extraña enfermedad, el síndrome de Pick. Nunca me extrañó su actitud porque de alguna manera integraba el grupo liderado por el doctor Nelson Castro, famoso por inventarle padecimientos a Cristina Fernández de Kirchner.

No me voy a detener en la forma y la circunstancia traumática que fue para Natalia ver su casa invadida por enfermeros mientras su hija controlaba el traslado.

En el “loquero cinco estrellas“, como lo bautizó, lo pasaba tranquila. Además había una joven que recibía visitas de su familia. Fue precisamente en una de ellas que la mamá de otra paciente le preguntó: "¿Usted no tiene tarjeta para el teléfono?" Y Natalia respondió "¿¿Se puede hablar por teléfono??" Consultó. "Si, la próxima vez le traigo una tarjeta", le aseguró la señora. Y así fue.

Como estaba tan lúcida Natalia aguardó que la persona que las controlaba saliera a fumar, y así aprovechó la oportunidad.  Se comunicó con su gran amigo Edgardo Giménez, el artista plástico, y le dijo: “Me tienen en un loquero cinco estrellas, hacé algo para sacarme, por favor”.

Giménez tenía amigos en Página/12 y gracias a sus contactos salió así una tremenda  nota. Como consecuencia Natalia recuperó la libertad y volvió a su piso de la calle homónima...

"Yo, Natalia" (Documental)

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Una noche, nuevamente en el restaurante Edelweiss la encontré comiendo con un sobrino y aproveché para hablarle: “Me enteré de su situación, es muy injusta... Este es mi teléfono... Llámeme si necesita algo”.

Pasaron unos días y su abogada, la doctora Ana Rosenfeld, se comunicó conmigo. Quería encontrarme para ver qué se me ocurría para demostrar que Natalia no estaba insana. Nos entrevistamos y yo le propuse hacer un encuentro-homenaje. De inmediato lo llamé a Lino Patalano porque Elio Marchi, uno de sus hombres de confianza, había ideado un ballet basado en el cuento de Natalia Kohen “El hombre de la corbata roja”, a su vez inspirado en el cuadro del gran Antonio Seguí que dio lugar a la puesta homónima llevada a cabo en el Teatro Ópera por el Ballet Argentino de Julio Bocca. Por supuesto.

Lino aceptó de inmediato que el homenaje a Natalia se realizara en el Maipo.

Cabe aclarar que Natalia Kohen, desde la presidencia de la Fundación Argentia -laboratorio argentino fundado por su esposo y que funcionó hasta su muerte ocurrida durante un viaje a Madrid-, había ayudado a muchos escritores y artistas plásticos, tanto a exhibir sus obras, como a editar sus libros, a la vez que ella misma se consagraba como pintora y escritora. Fue una gran y generosa mecenas.

El homenaje se concretó en el  Teatro Maipo el 11 de julio del 2006. No faltó nadie. Una multitud de actores, actrices, escritores, poetas, artistas plásticos... Todos quisieron participar porque Natalia -a sus 87 años- era una persona muy, pero muy querida…

Y fue así que en el escenario del Maipo se instaló una mesa de la que participaron el gran director de teatro y psicoanalista Hugo Urquijo; Roberto Alifano -director de la revista Proa, quien mostró un ejemplar de su libro sobre Borges cuya tapa era un dibujo de Natalia-; Vicente Ros, presidente de la Asociación de Bibliófilos; el galerista Daniel Maman, la abogada Ana Rosenfeld... Todos hablaron maravillas de su amiga.

Pero el discurso puntual de Urquijo se refirió a la ética y las cosas que se pueden y las que no se pueden hacer, y cuánto daño le infrigieron injustamente a la protagonista de la noche.

Entre tantos amigos estuvieron presentes la Secretaria de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Silvia Fajre; uno de sus mejores amigos Jorge Luz (encargado de entregarle una plaqueta); el poeta Fernando Noy (que le dedicó un acróstico); las actrices China Zorrilla (tuvo a su cargo la entrega de flores), Graciela Duffau, Graciela Borges, el director Oscar Barney Finn, Ricardo Manetti (actualmente Decano de Filosofía y Letras); los periodistas Claudio España, María Valdez, Carlos Ulanovsky, Alicia Petti y Roberto Quirno; y también llegaron importantes adhesiones de personalidades que la querían como Sandro, el diputado Norberto Laporta, o Pinky. Además, todos los presentes firmaron un gran pergamino.

Fue así que me hice amiga de Natalia Kohen, y de ahí en más disfruté a una de las personas más creativas y con tal sentido del humor como pocas veces me ocurrió.

Al principio nos reuníamos  en los restaurantes de “La Recova“ cercana a su casa pero finalmente decidimos volver a nuestro querido Edelweiss. Los muchachos siempre nos guardaban la misma mesa frente al adicionista y tenían preparado su asiento con un almohadón (Natalia no era alta). Siempre intercambiábamos pequeños regalos; yo le llevaba algún perfume francés y ella me entregaba algo que le pertenecía.

Lamentablemente el último año me negaron verla con la excusa que estaba muy anémica y temían los contagios. Imposible creerles. Sobre todo conociendo que Natalia era una mujer que comía de todo, casi siempre con champagne, y no se privaba de nada.

Todo la hacía feliz y nos divertíamos mucho juntas... Tenia un notable sentido del humor. Yo la pasaba a buscar con un taxi y allá partíamos  a comer. No se imaginan cómo la extraño porque era irreemplazable. Además tan inteligente, tan culta, tan feliz.

Nunca tuve una amiga de 103 años. Jamás les perdonaré que me impidieran despedirme de ella.