Biografía de un palacio
Palacio de los Capitanes Generales. Foto: Jorge Laserna/ Habana Radio.
Don Luis de las Casas fue el primer gobernador español que residió en el Palacio de los Capitanes Generales, actual Museo de la Ciudad. Arribó a La Habana en 1790 y ya estaban tan adelantadas las obras del soberbio edificio de la Plaza de Armas, que en el mes de julio del mismo año pudo instalarse en el nuevo palacio sin terminar.
Porque, aunque el 23 de diciembre de 1791 se bendijo la sala de ese inmueble donde celebraría sus sesiones el Ayuntamiento habanero, instalado provisionalmente en un entresuelo de la parte que ocupaba Las Casas, y en 1792 se alquilaban ya varias accesorias de la mansión, el palacio no se pudo considerar terminado hasta el tiempo del mando de Miguel Tacón.
Fue en 1835 cuando el coronel de ingenieros Manuel Pastor, a quien tanto debe la capital de la Isla, unificó las cuatro fachadas del edificio y subdividió la planta baja en departamentos y los dotó de sus entresuelos correspondientes.
El ciclón de Santa Teresa —15 de octubre de 1768— arrasó la casa que la ciudad adquiriera para que sesionara el Ayuntamiento. Las sesiones del Cabildo se debieron celebrar entonces en uno de los salones de la Casa de Aróstegui, residencia del gobernador en aquellos tiempos. Querían los regidores, por supuesto, contar con edificio propio, y acordaron construirlo en el espacio que ocupó la casa asolada por el meteoro. Como no había dinero suficiente para ello, se pidió al rey la autorización pertinente para utilizar en dicho propósito los sobrantes de la llamada sisa de la Zanja Real, esto es, el impuesto que se había cobrado para la construcción del primer acueducto habanero. Cuando se dispuso al fin del dinero necesario, enfrentaron los regidores un nuevo tropiezo: ningún contratista parecía interesado en acometer la obra. Al menos, ninguno concurrió a las sesiones en las que su construcción se sacó a subasta, pese a los pregones que en ese sentido se hicieron entre 1770 y 1773.
Fue así que en el Cabildo extraordinario de 28 de enero de 1773 el gobernador y capitán general Marqués de la Torre dio a conocer un plan que contemplaba la demolición de la Parroquial Mayor (cada vez más deteriorada desde 1741, cuando estalló en el puerto el navío Invencible) y su traslado al Colegio de los Jesuitas —actual Catedral— a fin de edificar la residencia y despacho oficial del gobernador, el Ayuntamiento y la Cárcel en el espacio que ocupaba la iglesia demolida. La propuesta fue aprobada por la Corona y aceptada con regocijo por los integrantes del Cabildo. Antonio Fernández de Trebejos y Zaldívar fue el autor de las obras de la Plaza de Armas y del proyecto de la casa de gobierno, en tanto que el arquitecto gaditano Pedro Medina fue el ejecutor de la edificación del palacio. Lo fue, asimismo, del frente de la Catedral y de la enfermería de Belén, entre otras construcciones, según dijera Tomás Romay en el elogio fúnebre de Medina.
La edificación del palacio comenzó en 1776. Cierto es que se trabajó con tesón en la obra, pero tan vasta construcción fue confiada a no más de diez negros esclavos comprados con tal propósito y a unos pocos reclusos que allí laboraron en calidad de operarios. Para la alimentación de los negros se asignó un real diario per cápita, cantidad exigua que, para colmo, no se abonaba con puntualidad. Lo que trajo como consecuencia que a la vuelta de pocos meses solo quedaran tres de aquellos diez esclavos.
Aun así, la obra avanzaba. En 1782 había ya tres piezas terminadas que comenzaron a alquilarse para levantar fondos. En ese mismo año, en septiembre, se paralizó la construcción. Existía entonces gran interés por dejar concluida la parte del edificio donde radicaría la cárcel. Como se quería encerrar en esta a “muchos malos pagadores que había en La Habana”, alguien aportó, de su propio peculio, el dinero necesario, y ya el 23 de diciembre del año mencionado el nuevo local, oscuro y poco ventilado, acogía a los presos.
Con la conclusión de esa parte del edificio se paralizaron otra vez las obras y habría que esperar hasta 1785 para que se reanudaran.
Ciro Bianchi Ross
Destacado intelectual cubano. Consagrado periodista, su ejecutoria profesional por más de cuarenta años le permite aparecer entre principales artífices del periodismo literario en el país. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual.
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