Cuba
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Plan Turquino, otra 'obra de la revolución' sumida en el fracaso

Ricardo acomoda en una esquina de la parada un saco de viandas que compró en la feria del fin de semana en la ciudad cabecera de Mayarí, con la expectativa que le dure toda la semana. Es custodio en una escuela en las montañas, en el Consejo Popular de Arroyo Seco, en medio del Plan Turquino, y según cuenta "allá arriba no hay ni donde amarrar la chiva. No aparece vianda y el arroz o las especias, los revenden más caro por la distancia y el costo del transporte. La verdad, no veo la ventaja de pertenecer al Plan Turquino".

"Casi no se produce. Ya no se siembra como antes: los campos están abandonados y los ladrones campean como mafiosos, en total impunidad. La gente les tiene miedo. La mayoría de los jóvenes prefieren traficar madera o café, que producirlos. Se los roban a las cooperativas que tienen más área de la que pueden controlar. Y cuando hacen un buen dinero se mudan para Mayarí o para Holguín, o si les da se van para afuera. Es la realidad de la montaña", cuenta disgustado.

Junto a Ricardo estaban esperando "cualquier transporte para subir", más de 15 personas, entre ellos mujeres con niños. El único transporte regular es un camión-ómnibus arrendado. Hasta hace poco era un camión militar sin techo, apenas barandas. La frecuencia es tres días a la semana (lunes, miércoles y viernes), con dos viajes cada vez, uno en la madrugada y otro en la tarde, a un precio de 70 pesos.

"Los otros cuatro días de la semana depende de si algún transporte sube por gestión de alguna empresa o algún tractor particular que de algún viaje, pero no hay nada seguro. Los particulares cobran 300 pesos por persona porque el combustible en la calle está cuatro o cinco veces más caro que el precio del Estado, pero rara vez tiran pasaje porque está muy malo el camino. Esto es sálvese quien pueda", comenta Yúnior, otro residente de los campos de Arroyo Seco.

"Uno vive en los montes porque no tiene más remedio, pero apenas hay un chance la gente baja. La mitad de Mayarí es de gente que bajó de las montañas e hicieron sus vidas aquí abajo. Los viejos cuentan con nostalgia cómo era todo antes de la Revolución, lugares prósperos donde se producía muchísimo. En el llano se producía caña y ganado y los montes abastecían de comida a Mayarí y parte de Santiago. Ahora si no suben un camión de viandas nos morimos de hambre", dice.

"Tener una finca, dice mi abuelo y todos los viejos de por acá, era una garantía, un tesoro. Se vivía de eso. Habían varios aserraderos, almacenes, muchas tiendas llenas con de todo, hasta un aeropuerto en el poblado de El Paraíso, con vuelos a Santiago de Cuba, a Nicaro y hasta Baracoa. Todo se destruyó: donde había cafetales ahora hay maleza; donde habían tiendas llenas de comida y ropa, lo que hay es un peladero. ¿Quién va a quedarse en un lugar así?"

El enfoque oficial, sin embargo, sigue siendo triunfalista, como es costumbre. Lejos de visualizar los retrocesos económicos, demográficos, de infraestructura y servicios, y tomar medidas para revertirlos, se enfocan en "avances" puntuales que estadísticamente podrían simular un estado de bienestar que en la práctica ni es percibido ni disminuye los efectos de los retrocesos y las adversidades.

En un artículo publicado en 2022 por el periódico oficialista provincial ¡Ahora! se expone que "los más de 36.000 residentes en los 103 asentamientos del territorio (holguinero), que abarca los municipios de Cueto, Mayarí, Frank País, Sagua de Tánamo y Moa en 2.176,7 kilómetros cuadrados, son protagonistas activos de los cambios estructurales y sociales sustanciales promovidos y sostenidos por las autoridades políticas y gubernamentales de la provincia con el fin de elevar sus condiciones de vida".

Exalta esa nota que "las transformaciones experimentadas durante los 35 años (del Plan Turquino) saltan a la vista en las escuelas con maestros oriundos de la zona, los consultorios médicos dispersos por toda la geografía también con médicos y enfermeras nativos, las tasas de mortalidad infantil y materna muy bajos o nulos". Y que "el 99,6% de las viviendas son beneficiadas por el Sistema Electroenergético Nacional, grupos electrógenos o celdas fotovoltaicas".

Se aprecia que no mencionan logros económicos, porque no existen, solo retrocesos. Y en lo sociocultural la realidad contada y vivida por los pobladores  es bien distinta o va más allá de ese supuesto y frío bienestar estadístico. "No hay estabilidad con los médicos ni con los maestros, eso es un cuento", afirma Santiago, otro poblador del Plan Turquino mayaricero.

"El médico del consultorio que me toca es de Mayarí y los maestros también, a unos cuantos, los traen de allá abajo. Hemos tenido también enfermeras recién graduadas de donde quiera menos de aquí. Las de aquí bajan a estudiar y la mayoría no vuelven. Los recién graduados son los que están obligados (servicio social obligatorio)", comenta.

"Es verdad que tenemos electricidad instalada, pero esto es de apagón en apagón. Sin hablar de la demora en arreglar cualquier rotura, por varios días, porque cuando no hay combustible no hay alambre o lo que sea. Siempre falta algo", añade.

"Y los que tienen paneles solares, viven con problemas con las baterías. Antes, según cuenta mi papá, no había servicio eléctrico, pero en todas las bodegas vendían queroseno, lámparas chinas, velas, linternas con pilas. Ahora no venden nada. En este país nada funciona bien", concluye.

Según Serafín, un extrabajador forestal, actualmente vendedor ambulante, "las montañas están muertas, no son ni la cutara (chancletas) de lo que eran antes. Ni de antes de la Revolución, ni de lo que eran antes de esta crisis que hay ahora".

"Medio monte (pobladores) ha bajado (hacia el llano). Y por otro lado, se destruyó la base económica. Le quitaron los cafetales a los dueños y se volvieron monte de nuevo; y la Empresa Forestal que se quedó con todo eso está quebrada, ya no es tan poderosa como antes. Ahora mismo los trabajadores no pueden ni cobrar por falta de dinero efectivo y casi nunca pueden trabajar por falta de combustible o porque los camiones están rotos. Son muy viejos", afirma.

"En este país todo es una desgracia y si estás en la montaña, la desgracia es doble o triple. Lo del Plan Turquino es pura muela, pura politiquería: tenemos prioridad en las colas del helado cuando vamos a Mayarí, pero nunca hay helado. Igual para hacernos un ultrasonido, pero el equipo casi siempre está roto. Y en la clínica estomatológica tenemos prioridad también, pero no tienen ni empaste, ni anestesia, ni siquiera torundas para trabajar. ¿De qué sirve la prioridad?", se pregunta.

El Plan Turquino es un programa con el propósito de lograr un desarrollo integral y sostenible de las zonas montañosas y de difícil acceso del país. Según el sitio oficialista Ecured, fue "fundado por el Consejo de Estado el 2 de junio de 1987, conjugando armónicamente los requerimientos productivos con el desarrollo social, la conservación de la naturaleza, y el fortalecimiento de la defensa del país, e integrando en sus acciones a los organismos e instituciones involucrados en ese proceso". Pero, con toda seguridad, lo único que debe funcionar bien es lo relativo a "la defensa".

Las zonas montañosas de Cuba constituyen el 18% de la superficie del país, con un total de 678.207 habitantes, equivalente a un 6% de la población total. Geográficamente se divide en cuatro macizos montañosos: Guaniguanico, en la provincia de Pinar del Río; Guamuhaya, en las provincias de Villa Clara, Cienfuegos y Sancti Spíritus antigua región Escambray; Sierra Maestra, que incluye las provincias de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo; y el Macizo Nipe-Sagua-Baracoa, de las provincias de Holguín Sierra Cristal y Guantánamo. En este último se incluye la zona montañosa de Mayarí y el Consejo Popular Arroyo Seco.